jueves, 28 de enero de 2010

LA SHOAH

Yehiel Mintzberg nació en Radom, Polonia. Vivió en el gueto de la ciudad hasta que, en 1942, fue trasladado al campo de exterminio de Treblinka en una de las tantas marchas de la muerte llevadas a cabo por el Régimen Nazi. Tenía diez años cuando fue introducido en una cámara de gas. Su único pecado fue el de haber nacido marcado por la religión judía. Ese mismo año se convocaba la Conferencia de Wanesse, en la que se pondrían a remojar las ideas y métodos de ejecución de la Solución Final del problema judío. Hasta la fecha, los judíos eran fusilados en bosques y edificios vacíos cercanos a las fosas comunes previamente cavadas. Era un proceso demasiado lento. Además, resultaba que los fusilamientos masivos tenían un efecto dañino sobre las propias tropas. Cosas de la naturaleza humana. Así que se decidió llevar a cabo un proceso de ejecución mucho más planificado, incluso podría decirse que industrializado. La principal diferencia entre los anteriores campos de concentración y los nuevos campos de exterminio estribaba en que, en los primeros, se llegaba al exterminio por medio del trabajo, mientras que a los campos de exterminio llegaban en cantidades industriales, como corderos camino del matadero, con el único fin de ser asesinados.

El proceso era sencillo y las órdenes claras. Las fuerzas policiales y las fuerzas del orden judía se presentaban en los guetos y organizaban grandes redadas. Los judíos eran conminados a dirigirse a una zona cercana al apeadero, donde les esperaban los trenes de ganado. Como ratas siguiendo al flautista de Hamelín, corrían los judíos al socaire de las órdenes y latigazos de los mandos policiales. En pocos minutos, los vagones de los trenes cargaban una multitud abigarrada de judíos. Durante el viaje carecían de agua y casi de oxígeno. Ahí comenzaba la primera de las torturas. A veces el viaje duraba días. De pie y con el aliento helado, la sed se hacía insufrible. Como describiera Primo Levi, superviviente de Auschwitz y autor de Si esto es un hombre, durante el viaje el aliento se les helaba literalmente del frío, con lo que soplaban sobre los perros del vagón y raspaban la escarcha blanca que se formaba para conseguir unas pocas gotas con las que humedecer los labios. Muchos alcanzaban el último estertor en el propio vagón de tren. Sobre todo los niños.

Al llegar a su destino se separaban en tres grupos: hombres, mujeres y niños. La Tramoya alemana comenzaba a funcionar desde ese instante. En el matadero de Treblinka, nada más poner los pies en el suelo, los judíos se encontraban con un paisaje idílico, rodeado de bosques y casas de madera. El propio apeadero se asimilaba a los de los pequeños pueblos polacos, con reloj incluido. Un reloj que siempre marcaba las tres. Venían a trabajar. O eso creían. Conforme avanzaba la caterva judía se iban topando con más trampas. Divididos por grupos, eran llevados a una sección donde debían desnudarse y dejar sus pertenencias a un lado a fin de ser desinfectados. Los objetos eran apiñados para luego ser enviados a unas barracas que apodaban “Canadá”, donde eran clasificados para su posterior envío a Alemania. Tras desnudarse y dejar sus pertenencias, les extendían un cordel para que anudaran sus zapatos, creando así la falsa ilusión de que tal operación sólo podía ser una garantía de seguridad y orden. Finalmente, eran conducidos a las duchas comunes en medio de un caos organizado. Y es que, como el pastor que garrotea a las cabras para que vuelvan al redil, los judíos recibían idénticos trallazos para sembrar cierto pánico y que se adentraran a las duchas con premura. El fin no era otro que el de acelerar el ritmo de la respiración para que inhalasen más aire dentro de las cámaras. Así, desde el techo comenzaban a caer las famosas cápsulas de Zyklon B, que se convertían en gas venenoso en contacto con el aire. En un minuto el suelo estaba repleto de cadáveres que posteriormente eran llevados en un montacargas a los hornos crematorios.

La operación se repetía día y noche. Desde Auschwitz a Treblinka, pasando por Majdanek, las fábricas de la muerte funcionaban a pleno rendimiento asesinando a miles de judíos diariamente. Tal es así que Kurtz Franz, el segundo con mando en plaza en Treblinka, se ufanaba de poder acabar con la vida de seis mil judíos en tan sólo setenta y seis minutos. No era el único de los enfermos mentales que movían los hilos de la Solución Final. Conocido es el caso del Doctor Mengele, quien no debió interiorizar muy bien el Juramento Hipocrático con el que desde la antigüedad se han comprometido los médicos de toda laya a actuar en beneficio del ser humano y no en su detrimento, apartándolos del prejuicio y el terror. Y es que la principal obsesión de Mengele fue la esterilización masiva de los judíos y la perpetuación de la raza aria. Para conseguir lo primero luchó con denuedo, hasta que abandonaron el programa por una simple cuestión matemática: el proceso era demasiado lento. Era preferible pasarlos por el matadero. Muerto el perro… Para lo segundo hizo todo lo que estuvo en sus manos. Fue tal la obsesión que muchos de los niños que bajaban de los vagones de tren pasaban por sus laboratorios para correr una suerte de conejillos de india. Especialmente trabajó con los gemelos, a fin de establecer las causas genéticas del nacimiento de gemelos para poder llevar a cabo un programa que doblara la tasa de nacimientos arios. Una buena muestra de cómo la ideología, aun siendo tan perversa, cabe en la ciencia cuando se desmocha la propia deontología.

Y así, uno por uno, fueron perdiendo la vida hasta llegar a los seis millones de judíos muertos. Considerando que en 1933 el número aproximado de judíos en Europa era de nueve millones, cabe imaginar la magnitud que alcanzó el Holocausto. Dos de cada tres judíos murieron en un programa de neurosis institucionalizada donde se apagaron las sonrisas de miles de Yehiel Mintzberg, figura arquetípica del inocente cuyo único pecado mortal fue el de haber nacido marcado por la religión judía. Una religión perseguida a lo largo de los siglos. Desde la Varsovia del 39, pasando por la aljama de Sevilla en el Siglo XV, retrayéndonos hasta la Diáspora, así como las lanzadas de Nabucodonosor y el cautiverio babilónico, la historia se repite en un bucle maldito para los judíos. Y los ecos de tanta humillación y escarnio llegan hasta nuestros días.

A las diez de la mañana, las sirenas aéreas sonaron durante dos minutos en todo Israel el día de ayer. Como todos los 27 de enero tuvo lugar la triste Shoah. Es el día del recuerdo oficial a las víctimas del Holocausto judío. Durante dos plúmbeos minutos el aire se vuelve más denso, casi irrespirable. Los transportes públicos se paralizan y los transeúntes se detienen mostrándose hieráticos para alzar sus rezos y memorias. Los locales y comercios cierran. Todo Israel se vuelve de piedra. Una piedra fría como la de los muros levantados en los más de cuarenta campos de concentración y seis de exterminación.

La Shoah conmemora el día en el que los soldados del Ejército Rojo entraron en el campo de Auschwitz-Birkenau, dándose de bruces con un espectáculo dantesco. Seis mil hombres esqueléticos deambulaban de un lado a otro a lo largo y ancho del campo. Solos. Conforme los alemanes iban dando la guerra por perdida, Auschwitz se convertía en el matadero oficial. La SS se encargó de dinamitar la mayoría de los campos de concentración a fin de cubrir sus vergüenzas de cara a la comunidad internacional, pues durante la Guerra los Aliados expresaron su intención de procesar a los responsables de crímenes contra la humanidad. Sin embargo, los prebostes del Nazismo se fueron por la puerta trasera, la del suicidio. Una puerta que cruzan los más cobardes y débiles, al igual que detrás de cada proyecto megalómano y personalista hay un hombre empequeñecido que sale al mundo real bajo la máscara del endiosamiento. Tal era el caso de Hitler y Himmler, alfareros de la Alemania Nazi. Todo el mundo hubiese sentido cierto alivio al verlos salir de un búnker subterráneo con aspecto famélico tal como ocurriría décadas después con Saddam Hussein; pero su cobardía fue mayor. Al menos queda el consuelo de imaginarlos sufriendo ese difícil pulso que es el de enfrentarse a uno mismo hasta acabar con la propia vida.

Finalizada la Segunda Guerra mundial, los judíos que se libraron de ese descenso al Infierno de Dante que fue el Holocausto emigraron en su inmensa mayoría a Estados Unidos, Canadá y Australia. Muchos de ellos formaron grandes campamentos en Alemania con la ayuda de los Estados Unidos. Se produjeron a su vez éxodos masivos a la Tierra de Israel, a fin de encontrar la paz robada durante tantos años y ver hecho realidad el sueño de la comunidad judía. El 14 de mayo de 1948 se proclamó el Estado Independiente de Israel en el territorio otorgado por las Naciones Unidas. Con el Holocausto aún en la retina, los judíos fueron expulsados de los territorios árabes y se inició una nueva persecución que dura hasta nuestros días. Se trata de arrojar a los judíos al mar. De esta manera, el escarnio y la pesadilla se prolongan. No obstante, no son pocos los que escupen pestes sobre los judíos y el Estado de Israel, ignorando su pasado más reciente. Muchos de ellos llegan al extremo de negar el Holocausto inclusive.

Son capaces de tomarse la licencia de aleccionar al común de los mortales ufanándose de antisemitas mientras trituran al Nazismo. Olvidan que, como bien detallara Hayek en Camino de servidumbre, el nacionalsocialismo no fue un socialismo desvirtuado; más al contrario, fue el socialismo en su máximo esplendor. Echamos el telón sobre los hechos históricos ignorando que la teoría y la práctica del socialismo que llegara a Inglaterra encontró sus raíces en la propia Alemania. Que una generación antes de llegar a Inglaterra, Alemania contaba con un Partido Socialista con gran tradición en su Parlamento; y que el desarrollo doctrinal se llevaba a cabo en la misma Alemania, mucho antes de llegar incluso a Rusia. De ahí que el propio Hitler llegase a declamar que fundamentalmente nacionalsocialismo y marxismo son la misma cosa. Es más, las teorías liberales encontraron su principal obstáculo en la figura del propio Hitler. A fin de cuentas, conviene destacar que los primeros que pisaron los campos de concentración fueron los liberales. Así, se olvida que el socialismo es lo contrario a la libertad y en sus orígenes ya demostró ser una ideología de tintes totalitarios. Más sangrienta mientras más se ajustara a la doctrina misma. Como escribiera Raymond Polin: "[...]Los valores de libertad son valores de individualidad y diferenciación, mientras que los valores de igualdad lo son de asociación y socialización, hasta de homogeneización. Ambos van por vías de sentido diametralmente opuestas. Sostener derechos iguales a libertades iguales es ya un poderoso factor de desigualdad."

Y a partir de ahí, a tirar del hilo. Y a dar puntadas...

http://www.youtube.com/watch?v=pfn-G_AjvlQ&feature=related

jueves, 21 de enero de 2010

EL GORILA Y HAARP

Tiempo llegará en que el toro salvaje se entregue al yugo. O no. Puede que, por el contrario, éste se desboque aún más. Y así, a empellones, embestir contra todo aquello que pille por delante. En esas anda el rumiante bolivariano, armando la de San Quintín en medio de una cacharrería. Y con el juicio descoyuntado. Nunca es suficiente. Siempre hay una barrabasada que superar. La última: que el terremoto de Haití lo provocó una prueba de la Marina de los EEUU. ¡Albricias!

Semejante baladronada daría que reír si no diese pena por el rebajamiento mental que implica. Y peor aún. Los hay por estos lares que aspiran fuerte el humo del incienso que reparte el primate involucionado. Y es que las confabulaciones tienen ese poder. Son tan Hollywoodienses que calan. Son como esos caramelos blandos que se deshacen en la boca sin tener que masticarlos siquiera. Porque lo que está claro es que aquí mismo, en España, no son pocos los que degluten con fruición la perorata victimista del gorila rojo y todo su antiamericanismo. Es más, se sigue con devoción de monjas. A saber. Mitos como que el 11-S se fraguó en los despachos de la Casa Blanca o que la CIA puede leer nuestros emails sin una causa probable, son miel sobre hojuelas para la rebañega monomaniática. Otra de las paranoias que más adeptos va tomando en la red es la de que, al parecer, la CIA controla Facebook. Al leer eso, pareciera que unos cuantos de miles de agentes de la CIA dedicaran su tiempo libre a leer los mensajes privados de sus doscientos millones de usuarios. Si fuera cierto, personalmente, sería el organismo al que le confiaría mis datos personales con más tranquilidad y seguridad. ¿Acaso conocen esos que andan entre conchabanzas SITEL? Ay, si tenemos la manzana prohibida en casa y la buscamos allende a los mares.

No obstante, lo verdaderamente enjundioso, la masa mollar, la madre del cordero de la paranoia colectiva es el proyecto estadounidense HAARP. A efectos teatrales, HAARP lo tiene todo para crear mitos y confabulaciones de toda laya. Baste teclear en Google 'Haiti conspiracy' y aparecerán más de tres millones de entradas. El proyecto norteamericano HAARP (High-frequency Active Auroral Research Program) existe realmente desde 1999. Sus fines, lejos de producir terremotos, son los de "entender, simular y controlar los procesos ionosféricos que podrían cambiar el funcionamiento de las comunicaciones y sistemas de vigilancia". A partir de ahí, los sembradores de mitos encontraron todo un granero a desbordar. Y tal es así que la Tramoya mueve montañas. Al margen de los artículos puramente científicos –inalcanzables al entendimiento del común del hombre masa– los textos que podemos encontrar en internet respecto a HAARP se hallan en su noventa y nueve por ciento, y creo ir corto, en foros, blogs, páginas de conspiraciones, mitos, leyendas, antiamericanismo y pseudociencia. Mucha pseudociencia y pocas referencias serias. Es más, al leer en la mayoría de páginas, al margen de lo cómico de los textos en sí, figura una referencia bastante estrafalaria como esencia de HAARP. Según la caterva quimérica, la clave del experimento secreto norteamericano está en la tecnología de Pulso, Plasma y Sónico Electromagnético Tesla. Al indocto en materia vencido por la curiosidad le lleva a buscar semejante tecnología en Google, con el consabido resultado. Aparecen tres mil ciento cuarenta entradas, todas ellas pertenecientes a blogs, foros y páginas antiamericanas. Ningún rastro de rigor científico. Es más, baste buscar por la vida de Nikola Tesla y aparecerán miles de páginas ligadas a pura mitología en torno a la energía libre y demás leyendas de experimentos de la CIA con el propio Tesla. Es este el hontanar intelectual del que beben muchos de los adeptos a Hugo Chávez y a la causa antiamericana. Pura literatura. Pura nesciencia.

Y es que, como escribiera el gran François Revel en La obsesión antiamericana, el pendón que guía la procesión del odio a los Estados Unidos no es otro que la mentira y, ante todo, el odio a la libertad. Una auténtica libertad de la que pueden presumir los norteamericanos, mientras que esos corderitos muesos adeptos al Régimen no pueden dar un balido más alto que otro. Mordazas en el hocico de lechón. Esclavismo moral. Obvio es que donde no llega el conocimiento anida la maldad. Y es esa la maledicencia que siembra el Gorila Rojo como una epidemia con sus arengas y soflamas antiamericanas. La iniquidad que le lleva a querer controlar los designios de los Hados, a querer plegar la voluntad individual de la sociedad a su neurosis particular. Un auténtico Narciso mirándose en el reflejo del agua. Un Pigmalión enamorado de su propia estatua. Lo mismo se puede decir de todos aquellos que se agarran con uñas y dientes -por protagonismo o por sentirse diferentes- a toda suerte de mitos infundados a fin de cubrir sus propios miedos. Hugos en potencia.

Lo cierto es que, tarde o temprano, todos terminamos beneficiándonos de los supuestos planes secretos norteamericanos. De igual tuvo su momento de mistificación el GPS, mientras que ahora se benefician cientos de millones de personas en todo el mundo gracias a los Satélites operados por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. O Internet, puesto en pie por la Agencia de Proyectos de Investigación de la Defensa, adscrito al Departamento de Defensa igualmente. Despreciar lo estadounidense sólo por el hecho de serlo mientras se cae de hinojos ante lo hogareño, es tropezar en el chovinismo más montaraz y ramplón.

Más valdría que de verdad tuvieran los Estados Unidos toda esa maquinaria secreta para poder quitarse de una sacudida a todos estos dictatorzuelos del tres al cuarto sin tener que rendir cuentas. Y a los infaustos antiamericanos muellemente instalados por estas tierras, recordarles siempre que, de no ser por los planes secretos de Estados Unidos, ahora mismo este post estaría escrito en lengua germana. ¿No?

martes, 19 de enero de 2010

PUERTO PRÍNCIPE (II)

Comienza a correr el agua por donde solía. La usura y el latrocinio vuelven a ser la médula neurálgica de Haití. Los malandrines se han lanzado a la calle haciendo honor a su pasado de macheteros en las plantaciones de caña de Oriente y Camagüey. Y así, a machetazos, se reimplanta la ley del hampa. Tras la sacudida de Enriquillo, el hatajo de delincuentes que ocupaba la cárcel de Puerto Príncipe aprovechó para salir de naja de sus celdas y lanzarse sobre el Ministerio de Justicia para quemar los registros penitenciarios. Alas al diablo. Si a ello le sumamos el estado de desesperación del común de la población, la suerte está echada.

Sin embargo, cuando empieza a ser urgente ponerle el cascabel al gato, los ratones no terminan de conjurarse contra los más valientes. Así, aparece en medio de la ratonera la voz tonante de Daniel Ortega y Hugo Chávez. El nicaragüense proclamó que no tiene ninguna lógica que Estados Unidos envíe tropas, cuando lo que necesitan urgentemente es ayuda humanitaria. Muy sabio. Dale las llaves del gallinero al zorro. Pon en cada esquina de la ciudad una caja de madera envuelta con un lazo rojo en la que avise que ahí descansa toda la ayuda precisa. Y adiós, muy buenas. Tanto Ortega como Chávez quieren endosarle a Estados Unidos sus propias limitaciones y miserias. Mientras los norteamericanos son quienes más ayuda han aportado hasta el momento, además de trasladar todo tipo de infraestructura, incluida la necesaria para producir cientos de miles de litros de agua potable diarios, son cada vez más los que miran por el rabillo del ojo la noble actuación de Estados Unidos. Parece ser difícil entender que detrás de cada saqueo existe el riesgo de una lucha intestina por el botín. Y detrás de esa disputa, puede esconderse una muerte. Y detrás de cada uno de esos ajusticiamientos callejeros, el germen de una violencia generalizada. Y en esas andan. Es de natura que los Estados Unidos, duchos en estas lides, sepan que hay que tirar de soldados para ir extendiendo un manto de paz y seguridad civil, llegando, si es preciso, a matar. Pues no hay que olvidar que una cárcel entera –con sus ladrones, sus asesinos, sus violadores– campa a sus anchas por la ciudad. Pero claro, a toro pasado todos somos Manolete. Siempre será más fácil buscar fatuas explicaciones que mirar de cara a la realidad tal cual es. O ver con mejores ojos el paseo de la vice De La Vega por las derruidas calles de Puerto Príncipe con sus gafas de Dior y demás fruslerías, estorbando las labores de rescate y comprometiendo el trabajo con su séquito de cámaras y periodistas, además de desviar recursos de seguridad. Inutilidad pura. O esos celos franceses cuando el Ministro de Cooperación se queja de la actuación predominante de Estados Unidos. Recelos históricos. Y afán de protagonismo. Mucho afán de protagonismo y baño de luces.

Por ello, es siempre encomiable la labor humanitaria de los norteamericanos, quienes en poco tiempo contarán con un destacamento de catorce mil soldados desplazados sobre la isla. No hay petróleo, ni riquezas, ni infraestructura lanzadera. Nada. Estados Unidos no hace otra cosa en Haití más que perder: dinero, tiempo, soldados. Sin embargo, ahí están. Demostrando al mundo, una vez más, que no es ese perdulario país que nos pinta la progresía ramplona por estos parajes, sino que son, lisa y llanamente, los mejores. Bien saben que ni el buenismo huero ni las ONG pueden deshacer el entuerto. Los víveres no son víveres sin una mano fuerte que los disponga. De lo contrario, no son más que pura carnaza. Como bien señala El Mundo en su editorial de hoy, más que pedir explicaciones a Washington por su protagonismo, cabría pedírselas a Ban Ki-Moon por el vacío que en la escena ha dejado las Naciones Unidas.

Lo cierto es que, al margen de las buenas y paternales voluntades, el Estado en Haití es inexistente. Y peor aún: nunca existió un Estado garante de las libertades individuales y con un sistema judicial fuerte. Más al contrario. Baste bucear por el Doing Business 2010 para pasar de lo abstracto a lo concreto. Para aquellas almas seráficas borrachas de buenismo y partidarias de una recuperación casi natural en la que sea la propia población la que vaya rearmándose a sí misma, junto a la ayuda de oenegés y Naciones Unidas, sería bueno pararse un instante en el abrevadero de los datos. Así, por ejemplo, en el ranking de facilidades para abrir un negocio, Haití ocupa el lugar 180 de un total de 183. Lo que viene a decir, lisa y llanamente, que es el antepenúltimo lugar del Planeta Tierra donde un empresario con luces abriría un negocio, a no ser que quiera ser pasado por la trituradora fiscal. Seguimos. En el caso de que un empresario quiera registrar una propiedad, el tiempo medio empleado para completar dicho registro es de 405 días. Es decir: es el segundo país empezando por la cola. Si tardar más de un año en completar el registro de la propiedad desborda la paciencia, nada tiene que ver con el tiempo requerido para conseguir las licencias y permisos necesarios para la construcción de un almacén, así como completar las inspecciones requeridas y obtener conexión a servicios públicos tales como agua o electricidad. Esta vez, la espera se multiplicaría por tres, hasta extenderse a los 1179 días de media. A ello se le suman las dificultades para el cumplimiento de contratos o la horca constante de los impuestos. Tanto es así que la Federación Dominicana de Comerciantes denunció hace pocos meses que Haití había multiplicado hasta por quince los impuestos que cobra en Aduanas a los principales productos dominicanos que importa.

A toda esa panoplia de armas oxidadas cabe añadirle que Haití posee una de las condiciones de vida y salud más precarias del mundo. La expectativa de vida ronda los cincuenta y cinco años; y la edad media al morir es de dieciocho. La mortalidad infantil es de ciento cincuenta y seis por cada mil niños nacidos vivos. Es por ello que el debate, más allá de lo estrictamente humano, debe pasar por el difícil tamiz de lo económico. Todos esos compañeros de viaje por el mundo de la pobreza que, al igual que Haití, malviven por el continente suramericano y alrededores escupiendo pestes sobre un progreso económico entibado con los maderos del capitalismo, deberían reparar en que el progreso es un seguro de vida incluso frente a las catástrofes naturales. En Japón, terremotos como el vivido hace días en Haití son relativamente frecuentes. Sin embargo, las consecuencias nunca se acercarían a las sufridas en la isla caribeña. El progreso económico llega hasta el extremo de convertirse en un paraguas a la hora de velar por nuestra seguridad diaria. Desde la infraestructura básica hasta los materiales, pasan por el ciclo de la economía de mercado. El libre intercambio de propiedades llega al punto de garantizar que un terremoto en Japón de siete grados no precise más medida de seguridad individual que la de esconderse bajo una mesa. Todo ello en un país que, no hace tanto tiempo, en 1945, quedó totalmente devastado y calcinado tras la guerra. Los niños pasaron de alinearse a lo largo de las líneas férreas pidiendo a los soldados estadounidenses que les arrojaran caramelos desde los trenes a, quince años después, tener los tres tesoros sagrados: televisor, lavadora y frigorífico. Todo ello gracias a la deriva de timoneles llevada a cabo por el primer ministro Ikeda, quien llegó a declamar que sus planes para el país no eran otros que pura política económica.

Esta es la batalla que deberá librar Haití tras el terremoto, así como todo occidente. Y es que, Asia está repleta de milagros económicos como el de Japón, incluido Hong Kong, con peores condiciones naturales incluso que las de Haití. Antes de exornar el futuro de Haití con buenismo y antiamericanismo, sería conveniente mirarse en el espejo de los tigres asiáticos para saber que primero hay que aprender a ponerse en pie. Después, casi por inercia, se comienza a andar; y luego, si se quiere, se echa a correr. Pero librar a Haití de su marasmo actual pasa por, una vez restablecido el orden, tomar las medidas que más escuecen a la corrección política pero que, por el contrario, terminan siendo las más profilácticas. A saber: establecer un sistema jurídico sólido e independiente capaz de garantizar las libertades individuales y el respeto a la propiedad privada. Permitir la entrada de capital extranjero. Derrumbar las barreras arancelarias. Alimentar la competitividad. Permitir localizaciones. Poner a dieta el aparato burocrático y, en definitiva, crear las condiciones necesarias para el desarrollo de una economía de mercado real. Todo lo demás será predicar en medio del desierto. Pura farfolla.

Es a fin de cuentas este marco de libre mercado el que ayuda a crear la riqueza y la energía que permite minimizar el dolor del latigazo de la miseria sobre una población ya inerme de por sí. Que Haití deje de ser el muladar del mundo implica que más de un ablandahigos con mando en plaza arroje al mar toda su ideología escarlata. Lo contrario será como alimentar la caldera de la locomotora de un tren con la madera de los vagones. Y seguir amontonando mierda.

domingo, 17 de enero de 2010

PUERTO PRÍNCIPE


El diablo se esconde tras lo baladí. Así reza, al menos, el dicho popular. Sin embargo, ocurre que, a veces, su figura se nos presenta imponente y ciclópea. Y a plena luz del Sol. En medio de un ataque de cólera, debió descargar con la fuerza de mil mares toda su iracundia. No cuesta imaginársele cruzando el río Estigia en la patera de Caronte, clavando sus uñas sobre la madera mojada, con esa mirada sobrecargada, camino del mundo de los vivos con el tridente en ristre. Un banquete de hostias. Y así, con las pezuñas ya en polvorosa, pataleó como un poseso hasta hacer temblar la falla de Enriquillo. Todo Puerto Príncipe besó el suelo. Los edificios, como la hoja rozada por la llama, se plegaron sobre sí mismos al socaire de los trallazos y los rebuznos del malevo.

Y de aquellos polvos, estos lodos. Puerto Príncipe es una escombrera gigante. Entre riscos y hendiduras se consumen los atrapados. La respiración estentórea de los moribundos apresados entre el tonelaje de escombros se extiende como un mantra maldito por toda la ciudad. Los cuerpos sin vida se amontonan en las calles. Los fotógrafos, como el buitre que sobrevuela la carnaza, corren de un lado a otro en busca de la imagen más retorcida, más hiriente. Mientras más desgarradora sea, mejor. Son muchas las imágenes que cruzan la fina línea que separa la información del puro amarillismo. La deontología de muchas agencias de noticias se tambalea como días antes lo hicieran los pilares del Palacio Presidencial. Y entre tanto, se suceden las chapuzas y los desmanes. No sólo el FBI se ha quedado con el culo al aire al tirar de Google para montar un retrato robot rayano con el ridículo, sino que TVE también ha tenido que rectificar dos veces en pocos días al emitir imágenes falsas del terremoto de Haití por haber abierto el paraguas de Google para cubrir sus ediciones.

Aquellos que han sobrevivido y deambulan –ahora más que cuando era puro reclamo turístico– como zombis por las calles en busca de un familiar o, simplemente, ofreciendo sus manos como palas, se ponen cáscaras de limón o dentífrico en la nariz para sobrellevar el hedor a carne humana en estado de descomposición. Como siempre, los primeros en enarbolar la bandera de la solidaridad y la ayuda fueron los norteamericanos. Estados Unidos, el paladín de la insolidaridad y la cetrería de alto vuelo según la progresía, ha enviado ya el todopoderoso portaviones Carl Vinson, con un destacamento de seis mil soldados y diecinueve helicópteros. Ha enviado, además, otros seis barcos junto al USNS Comfort, el buque hospital más grande del mundo. Este inmenso hospital flotante es capaz de atender a más de mil pacientes diarios. Cuenta con mil camas y doce quirófanos completos. Para hacerse una idea de sus dimensiones, cabe destacar con negrita que el Hospital de La Paz de Madrid, uno de los más grandes de España, cuenta con 1325 camas. Entre los 1200 profesionales médicos que porta el USNS Comfort, se incluye también un equipo de veterinarios y una banda de música. Hay más. Además de los 100 millones de dólares donados por la administración Obama, pusieron rumbo a Haití tres aviones C-5 Galaxy, capaces de transportar 125 toneladas de ayuda humanitaria cada uno. Si a toda esa ayuda se le suma que, al igual que ocurriera con el Tsunami en 2005, la mayor parte de las donaciones privadas provienen de los Estados Unidos, sería conveniente ponerse en pie y aplaudir en lugar de tanta diatriba fácil y ramplona.

Y es que la tradición filantrópica norteamericana viene de raigambre. No sólo por librarnos de dos guerras y encargarse de la posterior reconstrucción de los países europeos con el hercúleo Plan Marshall. En todos los grandes desastres, han sido los norteamericanos el corazón que ha bombeado la sangre de la ayuda y el altruismo, con especial fe en los fondos privados. Verbigracia: solamente la fundación “Make It Right”, del actor Brad Pitt, se encargó de la construcción de 150 hogares para familias que habían perdido todo tras el paso del Huracán Katrina. Y no es el único gran desastre que sacudió Estados Unidos. Conviene recordar el terremoto de Sylmar en 1971 de magnitud 7. O más recientemente, en 2008, el terremoto de Los Ángeles de casi 6 grados, sin registrar ningún mal mayor. Todo ello, cuando los expertos ya avisan que, posiblemente, en un plazo de treinta años, se produzca el esperado Big One, el manotazo final que terminará tragándose la ciudad de Los Ángeles, convirtiendo el Sur de California en un auténtico Averno.

Con todo, capeado el temblor, sería conveniente valorar de qué manera habrían de llevarse a cabo las ayudas. Y es que, como lleva sucediendo durante décadas en África, las mercedes entregadas a los dictadores africanos vienen a caer en saco roto. Así, si nos atenemos a que Haití ocupa el puesto 176 en el informe de Transparencia Internacional elaborado por el Banco Mundial sobre un total de 180 países, no cuesta imaginar la posterior sacudida que le espera al país: una pobreza enquistada. Por ello, bajo la tramoya de una solidaridad más que ficticia de muchos países que se sacuden las moscas con un par de donaciones gubernamentales, debería esconderse una voluntad real de reconstruir la ciudad adoquín a adoquín, completando desde el alcantarillado hasta los más elementales servicios públicos. Todo ello, tal como está haciendo Estados Unidos, con unas garantías de seguridad reales como las que puede dar el ejército solamente, pues el Gobierno de Haití sería el primero en lanzarse a la carótida de las ayudas extranjeras para seguir tirando de la manta de la corrupción. Así, se sustrae una obligación mayor, que sería la de moldear con manos de alfarero un auténtico Estado.

Una vez los muertos sean enterrados y los telediarios dejen de disparar sobre el cristal del televisor todos esos cadáveres marengos por los escombros; una vez que los chorizos dejen de lanzarse a los pillajes como cerdos en torno al dornajo y la normalidad se instale en cada esquina de Puerto Príncipe, será el momento en el que habrá que colocarle las herraduras a unos cascos ya comidos por la corrupción institucionalizada y el latrocinio gubernamental. Y es que, todas hieren, pero la última mata. Y en Puerto Príncipe, el bueno de Enriquillo mata a miles de inocentes sin avisar; pero conviene no olvidar que, esperar que la corrupción no los mate de igual poco a poco, será tanto como pedir cotufas en el Golfo. Esperemos que los organismos privados hagan de comadrona de una criatura que no termina de salir del útero materno, como consiguieron hacer tras el Tsunami de Indonesia. He ahí un espejo donde mirarse la jeta oenegés vacías y demás cantamañanas.

jueves, 14 de enero de 2010

LUCES Y SOMBRAS

Las hemerotecas son depósitos calcáreos de información precisa que pueden producir gozo o airamiento según la orilla desde la que se contemplen. Pero también pueden obnubilar la razón con sus juegos de luces y sombras si no se siguen las coordenadas correctas. A saber. En marzo de 2006 dijo el Presidente Zapatero que Arnaldo Otegi –por entonces en prisión por incitar al terrorismo– había tenido un discurso por la paz y por abrir una etapa política distinta en Euskadi. Todo un espíritu celeste en el coro de los ángeles. Un auténtico serafín al parecer. Sin embargo, las luces celestiales que vio en Otegi eran auténticas tinieblas si repasamos renglón a renglón su biografía. No hace falta pasarse por la Casa del Libro. Pura hemeroteca. Pura Historia viva.

Así las cosas, el acendrado Gordo, como conocían al bueno de Otegi en su círculo más cercano, poseía una pureza de alma que ya la quisiera San Francisco de Asís. Y tal es así que con apenas veinte años se inició por los senderos de la caridad cristiana. En 1978 participó en su primer secuestro. La presa fue el director de Michelín en Vitoria, Luis Abaitua, a quien arrastrado por una maroma lo ocultaron en una cueva de su pueblo. Menudencias para el franciscano, pues su verdadera pasión fue siempre la clase política. Era tal su obsesión por los políticos que, un año más tarde, el jefe del aparato militar de ETA le ordenó al comando Kalimotxo el secuestro de Gabriel Cisneros. Al volante del Seat 127 de color rojo –¡cómo no!– con el que pretendían darle caza se hallaba el propio Otegi. Tras encañonarle, salió corriendo Cisneros como una liebre espantada calle arriba, hasta que un disparo malhadado alcanzó su estómago y cayó derrumbado. «No, no estoy bien, no sé si podré vencer al cáncer, pero sobre todo lo que me duele todavía es el tiro, el tiro de Otegui», decía en sus últimas semanas de vida el otrora diputado de UCD. Se les escapó vivo. Por ello, al poco tiempo, el jefe del aparato militar convocó un nuevo sanedrín para marcar los ejes de ordenadas y coordenadas de un próximo secuestro. El 11 de octubre de ese mismo año a las nueve de la mañana, el entonces Secretario General de UCD, Javier Rupérez, se subía al coche para dirigirse a un congreso de su partido, cuando Otegi se coló como una sombra en el asiento del copiloto para encañonarle una pistola en la sien. Esta vez las cosas salieron a pedir de boca. El secuestro fue un éxito, quedando claro que, como dijese Zapatero, Otegi es todo un hombre de paz.

Nada nuevo bajo el Sol. Así, poco antes de las pasadas elecciones municipales, mientras Conde Pumpido se deshacía en carantoñas con la organización filoterrorista ANV elogiando su alabastrina legalidad, la Guardia Civil ya avisaba que en 2004 ETA acordó recurrir a ANV para burlar la ilegalización de Batasuna. Todo ello quedó reflejado en negro sobre blanco tras la detención del cabecilla Mikel Antza. Mientras que para el juez Garzón no existían correlaciones entre la documentación incautada a Mikel Antza y la propia ANV, los informes policiales ya venían sosteniendo que tanto ANV como ABS actuaban como hoja de parra de ETA. Tal es así que las listas electorales presentadas por ANV para las elecciones autonómicas resultaron estar repletas de nombres vinculados al brazo político de ETA tras haber concurrido en elecciones anteriores en candidaturas de HB y EH, así como por terroristas de ETA que actualmente ven caer el Sol al otro lado de una reja por cumplir condenas en centros penitenciarios. Buscas en Roma a Roma... Y es que no vino de nuevas, pues ya en 1978 pasó ANV por el altar para ofrecer sus respetos a Herri Batasuna. Y así, como recentales rebañegos, han ido lanzándose sobre las distintas tetas nacionalistas y pro terroristas desde 1930.

Suma y sigue. Hace pocos días se produjo la detención de Pedro María Olano por un delito de colaboración con ETA y transporte de explosivos. Olano identificó desde un helicóptero de la Guardia Civil material explosivo y zulos utilizados por los corderitos etarras. Además, fue él mismo quien se encargó de hacer las veces de mozo de estoques de ETA entregándoles y escondiendo en un local del Ayuntamiento de Lizarza el lanzamisiles con el que pretendieron asesinar hasta tres veces a José María Aznar. Del orate de Olano decía la propia alcaldesa, Regina Otaola, que era un hombre de pocas luces. Bastante tonto, vamos. Con su detención quedó a relucir que es perfectamente compatible la política y el terror para muchos militantes de la izquierda abertzale; porque... adivina adivinanza ¿Quién figuró en las angelicales listas de ANV? Sí, el mismo pobre y bobo solemne de Olano.

Toda una astracanada la de este guerrero sin soldada que viene a la cola de las declaraciones de Rubalcaba el pasado 28 de Diciembre. Después de hacer sonar las trompetas del Arcángel de la Muerte anunciando un posible secuestro de consecuencias casi apocalípticas, declamó con ese donaire de oráculo chino que se había activado el nivel 2 del Plan de Prevención y Protección Antiterrorista, mientras la cúpula de la Policía hacía fonda en el camino y disfrutaba de sus merecidas vacaciones. Por no destacar que ése mismo nivel 2 es el que se activa año tras año por Navidad desde que la Hidra de ETA clava sus colmillos en nuestro país. Sin embargo, ni siquiera los escoltas tenían constancia de tal estado de ebullición, como se sustrae de las críticas realizadas por el Presidente de la Asociación Española de Escoltas.

Así, entre tanta alerta y tanta propaganda gratuita a los terroristas etarras –pues el fin del terrorismo no es otro que sembrar el terror– se produjo, al tiempo, uno de los numeritos más dantescos que se puedan recordar. Se trata de la huída de un terrorista que viajaba junto a su compañera en una furgoneta blanca cargada de explosivos y que fueran detenidos en un control rutinario de la Guardia Civil en Zamora. Lo bochornoso es que un arrapiezo fuera capaz de poner en jaque a una pareja de guardias civiles hasta el punto de robarles el coche casi por arte de birlibirloque. Y peor aún: circular como un dominguero canturreando una coplilla –posiblemente la jota de La Dolores: grande como el mismo Sol...– hasta recorrer más de cien kilómetros. Quizás en Estados Unidos lo hubieran frito a balazos de tal modo que ni el martirio de San Lorenzo pasado por la parrilla.

Sin embargo, han trascendido más las bravuconadas de gallo de corral de Rubalcaba respecto a hechos que no sucedieron –el secuestro/atentado, así como el famoso lanzamisiles que nunca mató a nadie– que los hechos que sí sucedieron –el asalto de un vehículo de la Guardia Civil–. Y es que, como escribía Arcadi Espada, es esta la inferioridad de lo real respecto a las fábulas.

Queda evidenciado que la historia se repite como un bucle maldito. Los terroristas pasan cómodamente por el aro de la inocencia como si de querubines se tratase aunque sus pestes los delaten como asesinos. Y cuando los cuerpos de seguridad tienen las supuestas órdenes de lanzarse a la carótida de los etarras, resulta que éstos se permiten hasta robar un coche patrulla a la Guardia Civil, como si de una pareja de guardas jurados del Opencort se tratara. Es de natura que, de puertas a fuera, los medios internacionales terminen desternillándose con el circo montado en esto que queda de España. Y es que, cuando la estupidez abofetea a la inteligencia, la inteligencia tiene derecho a portarse estúpidamente.

viernes, 8 de enero de 2010

VERDES LAS HAN SEGADO

Las leyes han sido redactadas con una caja de lápices de colores Manley de setenta y cinco piezas a lo mínimo. Un arcoíris que se extiende como una balsa de aceite multicolor tiñendo el ancho y largo de las páginas del Código Penal. Esa es, al parecer, la particular visión de la justicia por parte de los pelagatos verdes de Greenpeace y compañía, para quienes el peso de la Ley debe caer con la suavidad del algodón sobre sus cabezas esmeraldas. Todo es una cuestión de cromatismo. Pero resulta que, allá por las quimbambas, la justicia se toma la ley en serio y la aplica universalmente a tirios o troyanos, capuletos o montescos. Tanto monta. El delito es delito en sí.

Así las cosas, no es de extrañar que la justicia danesa obrara en consecuencia haciendo pasar por el ojo de la aguja al Director de Greenpeace España, López de Uralde, tras la bisoñería de colarse en una cena oficial y desplegar la típica pancarta. Y resulta que, como ocurre en el ajedrez, les han dado mate ahogado. Estos piratas acostumbrados a surcar los mares con patente de corso a bordo del Raimbow Warrior y alguna que otra zodiac con las que cuelgan sus pancartas sobre buques petroleros, han probado las hieles de la vida real. El mundo de yupi -¡quién lo diría!- es un redil vallado con estacas y alambres. Da igual que seas verde, rojo o amarillo. Salta la alambrada y el pastor te dará un buen trancazo. Así funciona la civilización. No así para el mártir verde, para quien los delitos ecológicos deben ser medidos con distinto rasero, pues llevan el germen de la benevolencia.

Mientras el embajador consideró que no hubo nada que objetar al trato dado a los cuatro ecologistas, el Ministro de Exteriores, Moratinos, hizo su labor de seráfica comadrona pidiendo que no los mezclaran con los presos comunes. Es, cuanto menos, paradójico que los abanderados de la igualdad exijan una mayor lenidad en la aplicación de las leyes y una comodidad casi burguesa en el cumplimiento de sus sanciones penales. ¿Mezclar a un ladrón con un ecologista? ¡Vamos, hombre! Por otro lado, tiene cierto chiste la perorata victimista de López de Uralde al decir que ha sido un preso político durante tres semanas o que ha sido tratado como un perro. Creíamos que para un revolucionario eso de ser preso político era casi una corona de laureles, un Honoris Causa en el currículum de cualquier disidente que se preste. Y lo de los perros… ¿No quedamos en que eran tan dignos como los seres humanos para los arrieros de Greenpeace? Ahora resulta que son animales de segunda. Cosas veredes, amigo Sancho...

Tras el tirón de orejas recibido en Dinamarca, ahora tocarán tardes de circo para los bufones verdes, quienes, hartos de pedir justicia, han tenido barra libre de la misma con todas las de la ley. Hora es de echar el ancla a tanta barrabasada y mostrar ese respeto que tanto exigen. Y es que, el que a hierro mata, no puede esperar morir a sombrerazos.