jueves, 19 de marzo de 2009

VIA LAIETANA

Por fin sucedió. La adrenalina y el cortisol corrieron a empellones por la Vía Laietana. Normal que la paramnesia mariposeara por las confusas mentes de los manifestantes ayer tarde mientras salían por piernas, al tiempo que se llevaban a casa alguna que otra porrada. Esta suerte de San Fermín improvisado tenía algo de celebridad. Tiempo hacía de aquel día en que una multitud de revolucionarios cargase en andas –y con los pies por delante– al libertario Buenaventura Durruti por esa misma Vía Laietana donde ayer se dio Santa Lidia. Era un 22 de Noviembre de 1936.

Desde Noviembre también –de 2008 en este caso– se hallaba enclaustrado un nutrido grupo de estudiantes en el rectorado de la UB, refugiados, al abrigo del calor universitario, como si de una camada de conejos con mixomatosis se tratase. El hecho de por sí era bastante rocambolesco. Una multitud abigarrada que, entre sus muchas descoloridas consignas, bramaba contra una supuesta privatización de la Universidad. Desconocen, al parecer, que se hallan en uno de los estratos más privilegiados de la sociedad. Un 40 por ciento de la población española de 25 a 34 años dispone de titulación superior, frente al 23 por ciento de Alemania, por caso. Las tasas universitarias que sueltan a tocateja apenas cubren el 15 por ciento del total. Obtienen, las muchas de las veces, generosas becas que sufragamos todos los españoles, incluidas las clases más desfavorecidas y, por tanto, muchos de los parados. No obstante, pese a su patente y patentada filantropía, no cabe siquiera vislumbrar un atisbo de egoísmo en los quintacolumnistas de la Universidad. Cuestionar alguno de sus preceptos divinos es caer de bruces en el muladar de los apestados y reaccionarios, cuando –paradójicamente– no hay nada más inveterado y sucio que la máquina redistributiva. Los pobres financian a las clases medias de hoy y a los poderosos de mañana. Algo que, en honor a la razón, debiera ser visto con ojos de buitre por su carga de cinismo y que, por el contrario, se ha convertido en algo consustancial al derecho. Sin embargo, como es de natura, el derecho debiera ser pagado con la moneda de cambio de la obligación. Una moneda que no parecen estar tan dispuestos a pagar los lechales anti-Bolonia, aferrados con uñas y dientes a la deliciosa ubre de mamá Estado. Exigir competitividad, cualesquiera que sea el campo de la vida que abarque, es como codearse con el hampa.

Así las cosas, el desalojo del Consejo de Guerra de la Universidad por los Mossos fue la llamada misma al combate. ¡Que nos sacan a palos del lupanar! ¡Vendetta! Cargado de veneno el dardo del escorpión, hizo éste suya la calle en una suerte de escuadrón de la muerte y plantóle cara a los Mossos en acto de justicia. Huelga aclarar que quizás no entienda yo por ignorancia el generoso sentido cívico de los recentines anti-Bolonia que, aprovechando la coyuntura, se mostraron atentos y serviciales con la causa nacionalista, ensalzando banderas independentistas y anacronismos varios; pero, al hilo de lo visto, acaso parecieran buscar una Universidad a lo Soviet, de tintes comunistas –ni siquiera socialdemócrata– y donde el pensamiento único se convierta en el músculo cardiaco del dédalo académico. Quizás lo próximo sea exigirles a los descocados lechales universitarios la entrada en su particular Palacio de Invierno con quepis y charretera, así como fusil de plástico en ristre. Todo muy simbólico y ceremonioso, casi litúrgico. Un ambiente caliginoso, denso, recargado con olores de antaño y melodías demodé. Y lástima –de corazón– por no poder llevar todo este limbo al sepia. Sería así tan de los añorados 30...

En cuanto a la batalla misma y sus prolegómenos, resulta cómico, pues es siempre el mismo. A saber. Las huestes se encargarán de hacer gala de su pacifismo y sus seráficas intenciones. La policía, por su parte, se mostrará impasible, firme, como el pino en la ladera. Decepcionada la hueste con la imperturbable rectitud de la policía, pasarán a proclamar cánticos tribales tales como “policía asesina”, “fascistas” y demás lindezas. Acto seguido, algún recental con ínfulas de guerrillero y resentido por no haber engrosado el Quinto Regimiento de Líster, dará un paso más y abrirá las puertas al contacto físico. En el caso de ayer, la mecha la encendió el grupo que hacía de ariete de la manifestación, golpeando con el mástil de sus banderas las defensas de los Mossos. Llegados a este punto, la caterva se crece, se aviene y comienzan a pasarse boca a boca el aliento de la invencibilidad. Con renovados bríos, el grupo de los paladines se verá reforzado por una fuerza motriz, llegada desde la cola del rebaño y empujando hasta su cabeza, haciendo del jabardillo una especie de Caballo de Troya. Pero, cuando no se tienen ni los bemoles ni las ideas para la Revolución, pasa lo inevitable. La Policía, en su deber, y harta de juegos de niños, responderá a la provocación aplacando de raíz el caos creciente, en este caso, un acto no autorizado y violento. He ahí el diásporo que comienza a crecer. Abracadabra, sin saber cómo ni cuándo, la torva ve satisfecho su deseo más profundo de iniciar una “revuelta popular”, usando la jerigonza revolucionaria. Adoquines, cócteles molotov, bolas de pintura...Un arsenal supuestamente improvisado de la nada y que condiciona la ebullición de la hueste. ¡Por fin la Guerra!

En el caso de ayer, los pacifistas mandaron al hospital a una treintena de agentes. Si la efectividad de un ejército se mide en el número de bajas causadas, los revolucionarios anti-Bolonia ayer clavaron una pica en Flandes.

Cuentan que el líder anarquista Durruti, días antes de recibir mortal balazo en el pecho, espetó al Secretario General de CNT, Horacio Martínez Prieto, cuando éste hacía un último intento por llevar la “Columna Durruti” hasta Madrid: «¡Yo no conozco otra disciplina que la Revolución. En cuanto a los demás, aprendeos esto de una vez: ¡Yo me cago en vuestras responsabilidades de burócratas!»

Más de un revolucionario de chichinabo creyó ayer noche oír el eco de su Alter Ego volar por la Vía Laietana. Al final, como en Cuento de Navidad, los espíritus nos hablan.

2 comentarios:

Natalia Pastor dijo...

Magnífico post,Samuel.
Lo cierto es que ayer producía sonrojo esa carga tan brutal de la policía ante unos estudiantes que no parecian las brigadas revolucionarias de Mayo del 68, con Daniel Cohn-Bendit al frente,si no una protesta entre folclórica y decepcionada,entre el hastío y la pesadumbre de una juventusd masacrada que ve un futuro negro azbache,huérfano de esperanzas.

El Espantapájaros dijo...

Quiero darte las gracias por el comentario que has dejado en mi espacio. Viniendo de una persona que escribe unos artículos tan buenos, es todo un honor.

En mi Facultad no hay un gran problema con los anti-Bolonia, porque son cuatro gatos. Pero en otras facultades dominan la escena y resultan bastante problemáticos. A mí me hace gracia que los grandes defensores de lo público no sean, en primer lugar, muy respetuosos con instalaciones públicas y con los demás usuarios. Y, en segundo lugar, que estos estudiantes de pro sean de todo menos estudiantes universitarios; es decir, esta gente es una panda de incultos borrachos y fumados que no va a clase jamás y que su mayor aspiración en el futuro es vivir a costa de la sopa boba y el caldo fiscal.

El Plan Bolonia podrá ser mejor o peor, y tiene aspectos criticables, pero esos bárbaros han convertido la oposición a ese asunto en el eje de sus vidas, por lo que son fanáticos que han asumido un papel de salvauniversidades.

En cuanto a la carga policial, quizá fue un poco excesiva, sí, pero habría que ver el antes y por qué comenzó, que eso no lo sacan los medios.