jueves, 22 de enero de 2009

LA ERA OBAMA


“No pediremos perdón por nuestro estilo de vida”. Semejante sentencia, elocuente en sí misma, cargada de orgullo y sentimiento patriótico, sonaría en nuestro país como un disparo de soberbia, un trallazo en el lomo de la decencia e incluso, si me apuran, como algo anacrónico. Sin embargo, fue pronunciada bajo la atmósfera litúrgica y solemne de la toma de posesión del nuevo Presidente de los Estados Unidos de América, amén de la progresía española, al arrimo y abrigo de las miles de personas que se entregaron al patriotismo americano como elemento de homogeneidad y columna vertebral de toda una sociedad.

Este Obama que tanto ilusiona (“Nadie promete tanto como aquél que sabe que no va a cumplir nada”, que dijera Quevedo) ha demostrado, por una parte, ser un gran vendedor de sueños; por la otra, ha dado un toque de espuelas a la progresía española y europea, tan aplatanada y entregada a lo desconocido.

Un Presidente que culmina con un sentido y sincero “God Bless America”; que ensalza el sentimiento Patrio; defiende la cohesión por encima de colores políticos, razas, ideologías, religiones; y que señala con el dedo índice al trabajo individual como centro gravitacional del noble y perseguido sueño americano. En resumidas cuentas: todo aquello que los progresistas de toda laya encuadran como base del antiamericanismo, se ha visto, una vez más, rebasado por un Presidente que, al igual que el pueblo norteamericano, cree en los principios de la Nación. ¡Quía!.

Por ello, es de considerar hasta qué nivel de intoxicación informativa habrá llegado la sociedad española para extrapolar todos y cada uno de sus prejuicios maniqueos a la escena política norteamericana, tal como nos ha demostrado Mar Moreno, al sojuzgar las intenciones de apoyo del Partido Popular al nuevo Gobierno de Obama, arguyendo infantilmente que es el PSOE el que puede establecer un matrimonio idílico con el Presidente de los Estados Unidos y no ese añejo PP, el cual se movería a la sombra del Partido Republicano, más concretamente a los pies de Bush. Falso. Recordar a este PSOE mendaz y fariseo que mientras Lincoln redimía a los esclavos negros, el Partido Demócrata con el que tan bien casa el socialismo español luchaba con denuedo por defender los derechos explotadores de los esclavistas norteamericanos. También conviene aclarar que, durante la campaña electoral de John Kerry, el mismo Partido Demócrata comunicó al PSOE su deseo de no verse apoyado por éste, puesto que todo lo que suene a socialismo no es de recibo por tierras norteamericanas. Por no hablar de un país donde no existe esa plúmbea y antidemocrática disciplina de partido que impida a un congresista republicano apoyar en una votación –por ejemplo- a otro del partido adversario, como ocurre en nuestro país. En fin, más de lo mismo: el ignorante no sabe, el necio cree que sabe.

Lo cierto es que, lejos de guarismos y cifras, todos conocemos los toros con los que deberá lidiar Obama al frente de su primer mandato. Incluso son muchos los que se aventuran a esbozar su política como un retrato de las políticas de Jimmy Carter, Lindon Johnson, así como Franklin D. Roosevelt. Sus dotes de orador y su retórica ateniense le hace depositario de una gran confianza ciega que gran parte de la población mundial le ha otorgado a fuer de palabrería. Ya le recordó la buena de Hillary durante las primarias que era muy bueno para hacer campaña en verso, pero que los asuntos de gobierno se escriben en prosa.

De momento, parece dispuesto a destinar más de un billón de dólares a transformar la economía, olvidando que la economía ni se crea ni se destruye como la materia al albur de un principio creador casi providencial. No, dentro de la complejidad de la economía, existe un elemento olvidado pero crucial: la economía obedece, ante todo, al intercambio voluntario de bienes. Por tanto, todo lo que sea intervenir, será alterar el orden natural de la misma, creando un circuito de alteraciones llamado a dinamitar todo lo que esté por encima. Ya se lo advirtió el mismo Keynes a Roosevelt durante su tan vitoreado New Deal. Obvio es, por lógica supina al cuadrado, que destinar toda esa cantidad ingente de dinero a distintos fines intervencionistas supone una carga fiscal mayor al pueblo americano; una presión que los pone en el centro de la diana de la mal vista redistribución de la renta. Ojo avizor…

Acabado de pasar por la pila bautismal, son muchos los retos que deberá afrontar Obama. Sin embargo, el país que le ha tocado domar ha demostrado perdonarlo todo menos la traición a los principios sobre los que se levanta el edificio americano: el patriotismo, la individualidad, el mérito, el trabajo duro, así como el respeto a la libertad en todos sus ámbitos.

Mucho se espera –especialmente la izquierda en general- de Obama, presagiando una política acendrada y deslumbrante como una patena de plata. Conviene recordar las palabras de Popper, al decir que en política, al igual que en medicina, lo más probable es que el que promete demasiado sea un charlatán. Seguramente no se equivoque. El tiempo hablará en voz alta.

1 comentario:

Mike dijo...

Pero bueno!!!! Qué alegría verte de nuevo!!!