La erudición de un ser se mide a veces por la ignorancia de los demás. Y aprovechando esa nesciencia, se multiplican como los lirios en el campo los tramoyistas del descaro y la mentira. La opereta bufa orquestada por Buenafuente es un claro ejemplo de ello. El mismo que se negara en su día a recoger el micrófono de oro por no querer compartir laureles con Jiménez Losantos alegando que ofende al periodismo, se toma la licencia de dar lecciones a quienes buscan la verdad por incómoda que sea. ¡A qué niveles de endiosamiento está llegando la progresía catalana de Mimosín! Es por ello que suene a broma pesada que un personaje del jaez de Buenafuente se permita impartir clases particulares de algo que le es totalmente ajeno. Partiendo de la base de que tiene todo menos mimbres para el periodismo –sólo hay que leerlo de su puño y letra– se puede decir que ese donaire de hombre resuelto e intelectual casi que le queda como un gabán a una chinche de cama.
Así, apareció el pasado martes en su programa montando un carnaval con los videos e investigaciones publicados por el diario El Mundo de la mano de la Asociación de Ayuda a las Víctimas de 11-M. Con su estilo burdo y folclórico de siempre, enmarañó la información hasta tejer una nube de patrañas como si de algodoneras se tratara. Cuando el fin no es otro que manipular e intoxicar, no hay mejor manera de conseguirlo que ridiculizando a quienes luchan por señalar que el Rey va desnudo. Y es que, como dijera hoy Reverte en una entrevista a El Mundo con esa chulería de quien se sabe durmiendo al abrigo de la verdad, España es un país «gozosamente inculto». Baste sentenciar cuatro memeces que dejen pequeña a la Catedral de Burgos para que la manipulación se apuntale en el inconsciente colectivo del hombre masa. Desconozco si Buenafuente –y quien dice Buenafuente dice José María Izquierdo y compañía– se esconde tras la égida del chiste al tomar conciencia de que aquello que han defendido durante tanto tiempo se derrumba lentamente o si, por el contrario, lo hacen por pura ignorancia al cuadrado. Como replicara Mafalda al anciano –siguiendo con personajes de humor– esto es sólo el continuose del empezose de ustedes. Pasa por negarse a conocer la verdad y encastillarse en el conformismo unidireccional. Pero la ciencia calla a la literatura: "Puff…dinitrotolueno". "Hay nitroglicerina...es una putada, pero es la realidad". Son los dos titulares de los que se mofan Buenafuente y su Sancho Panza Berto durante más de seis minutos en La Sexta. Y es que es la puñetera realidad.
Ni rastro de Anido, Ferreras, Cebrián, Gabilondo y demás rapaces de alto vuelo. Quizás anden buscando como zahoríes a los terroristas suicidas. Pero para dar la cara tiran de bufones. Así, como ejemplo de paparruchadas, las del mismo programa de Buenafuente, pues no dudaron en decir –lisa y llanamente– que El Mundo trataba de demostrar que la banda terrorista ETA estaba detrás del 11-M. Y cuela...
Dada la altura de miras de Andreu y su rosario de virtudes a la hora de dilucidar la verdad, podría haber recordado también lo que dijo Casimiro García Abadillo en Veo 7, cuando recordó que el juez Gómez Bermúdez le dijo personalmente que Trashorras jamás sería condenado más que por su tejemaneje con los explosivos. Sin embargo, la sorpresa cayó como una tormenta de verano. Recuerdo que el día después a la sentencia del 11-M todos los medios de comunicación del mundo se hicieron eco de la astracanada. Llamó especialmente la atención la prensa de Israel –duchos en estas lides– pues se llevó las manos a la cabeza al ver cómo el paladín mayor del atentado resultó ser un pobre esquizofrénico de Asturias que trapicheaba con explosivos de Mina Conchita. Una mina de la que, a la luz de los hechos constatados, se sabe que no salieron los explosivos con los que se produjo la mayor carnicería de Europa y de cuya investigación se ríen aquellos que presumen de buen periodismo y mejor deontología. Una investigación que desde el comienzo dejaba en cueros a la versión oficial: desde la mochila de Vallecas pasando por las sobreactuaciones de Sánchez Manzano como jefe de los Tedax y la ocultación de pruebas, hasta la manera de la que se trataron las veintitrés muestras que se tomaron de los doce focos de explosión –sin los algodones–. Hecho que quedó más que demostrado con la declaración del inspector jefe del grupo de Desactivación de Explosivos de la Jefatura Superior de Policía de Madrid, quien dijo que las muestras debían haber pasado directamente a los laboratorios de la Policía Científica, sin poder ser destruidas sin autorización judicial. El mismo inspector que dijo que, sólo en el foco de Atocha, obtuvieron más de ochenta muestras de alta calidad y que, contradiciendo a Manzano, declaró que aquella fue la única vez que un responsable de la Unidad Central se hacía cargo del mando operativo de un atentado, saltándose procedimientos como la elaboración de actas, traslado y selección de pruebas. Y una investigación que demuestra, ante todo, que la famosa Goma 2 ECO sólo estaba presente en Leganés y en la estación del AVE de Mocejón. Y sin explotar. Por el contrario, se tienen pruebas científicas que indican que lo que probablemente mató a casi doscientas personas no fue esa Goma 2 ECO que vertebra la sentencia final, sino DNT.
Así las cosas, se antoja harto sospechoso –en base al puro sentido común– que Gómez Bermúdez no sólo tuviera las cintas del peritaje de los explosivos separadas del resto y fuera de la caja fuerte, sino que, además, según las propias palabras del Secretario Judicial del Tribunal, las cintas habían sido identificadas con una nomenclatura diferente. Más sospechoso aún es que no pidiera explicaciones a los peritos en el juicio por unas imágenes tan diáfanas y técnicamente reveladoras.
Lo cierto es que nos han querido hacer una tortilla sin romper los huevos. Defendía Ángeles Domínguez que este no es más que el resultado de una instrucción deficiente. Cuando la instrucción hace aguas por los cuatro costados, la sentencia no puede ser menos. Después de ver cómo los medios y común de los mortales ponían como chupa de dómine a las investigaciones realizadas por El Mundo y Luis del Pino, la verdad, como un recién nacido, comienza a ponerse en pie después de haber pasado largo tiempo caminando a gatas con dificultad. Todo final encierra un nuevo comienzo. La teoría oficial pide que le cantemos su kirieleisón. La mentira puede tener muchos colores y formas; sin embargo, la verdad sólo tiene un camino. Y además nos hace libres. Y los que bramaban contra los disidentes, con voz más alta o más baja, hacen chistes, patalean, desprecian, ignoran, rebuznan…Ni cortan ni sierran.
Ladran, luego cabalgamos...
Ni rastro de Anido, Ferreras, Cebrián, Gabilondo y demás rapaces de alto vuelo. Quizás anden buscando como zahoríes a los terroristas suicidas. Pero para dar la cara tiran de bufones. Así, como ejemplo de paparruchadas, las del mismo programa de Buenafuente, pues no dudaron en decir –lisa y llanamente– que El Mundo trataba de demostrar que la banda terrorista ETA estaba detrás del 11-M. Y cuela...
Dada la altura de miras de Andreu y su rosario de virtudes a la hora de dilucidar la verdad, podría haber recordado también lo que dijo Casimiro García Abadillo en Veo 7, cuando recordó que el juez Gómez Bermúdez le dijo personalmente que Trashorras jamás sería condenado más que por su tejemaneje con los explosivos. Sin embargo, la sorpresa cayó como una tormenta de verano. Recuerdo que el día después a la sentencia del 11-M todos los medios de comunicación del mundo se hicieron eco de la astracanada. Llamó especialmente la atención la prensa de Israel –duchos en estas lides– pues se llevó las manos a la cabeza al ver cómo el paladín mayor del atentado resultó ser un pobre esquizofrénico de Asturias que trapicheaba con explosivos de Mina Conchita. Una mina de la que, a la luz de los hechos constatados, se sabe que no salieron los explosivos con los que se produjo la mayor carnicería de Europa y de cuya investigación se ríen aquellos que presumen de buen periodismo y mejor deontología. Una investigación que desde el comienzo dejaba en cueros a la versión oficial: desde la mochila de Vallecas pasando por las sobreactuaciones de Sánchez Manzano como jefe de los Tedax y la ocultación de pruebas, hasta la manera de la que se trataron las veintitrés muestras que se tomaron de los doce focos de explosión –sin los algodones–. Hecho que quedó más que demostrado con la declaración del inspector jefe del grupo de Desactivación de Explosivos de la Jefatura Superior de Policía de Madrid, quien dijo que las muestras debían haber pasado directamente a los laboratorios de la Policía Científica, sin poder ser destruidas sin autorización judicial. El mismo inspector que dijo que, sólo en el foco de Atocha, obtuvieron más de ochenta muestras de alta calidad y que, contradiciendo a Manzano, declaró que aquella fue la única vez que un responsable de la Unidad Central se hacía cargo del mando operativo de un atentado, saltándose procedimientos como la elaboración de actas, traslado y selección de pruebas. Y una investigación que demuestra, ante todo, que la famosa Goma 2 ECO sólo estaba presente en Leganés y en la estación del AVE de Mocejón. Y sin explotar. Por el contrario, se tienen pruebas científicas que indican que lo que probablemente mató a casi doscientas personas no fue esa Goma 2 ECO que vertebra la sentencia final, sino DNT.
Así las cosas, se antoja harto sospechoso –en base al puro sentido común– que Gómez Bermúdez no sólo tuviera las cintas del peritaje de los explosivos separadas del resto y fuera de la caja fuerte, sino que, además, según las propias palabras del Secretario Judicial del Tribunal, las cintas habían sido identificadas con una nomenclatura diferente. Más sospechoso aún es que no pidiera explicaciones a los peritos en el juicio por unas imágenes tan diáfanas y técnicamente reveladoras.
Lo cierto es que nos han querido hacer una tortilla sin romper los huevos. Defendía Ángeles Domínguez que este no es más que el resultado de una instrucción deficiente. Cuando la instrucción hace aguas por los cuatro costados, la sentencia no puede ser menos. Después de ver cómo los medios y común de los mortales ponían como chupa de dómine a las investigaciones realizadas por El Mundo y Luis del Pino, la verdad, como un recién nacido, comienza a ponerse en pie después de haber pasado largo tiempo caminando a gatas con dificultad. Todo final encierra un nuevo comienzo. La teoría oficial pide que le cantemos su kirieleisón. La mentira puede tener muchos colores y formas; sin embargo, la verdad sólo tiene un camino. Y además nos hace libres. Y los que bramaban contra los disidentes, con voz más alta o más baja, hacen chistes, patalean, desprecian, ignoran, rebuznan…Ni cortan ni sierran.
Ladran, luego cabalgamos...
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