Las postas aún humean y dejan ese denso manto de olor a pólvora que anuncia el alto en la cacería. Baste alzar la mirada para columbrar a lo lejos, con el culo al aire, al ex Director General de la Policía, García Hidalgo, con su nívea corona de pelo como añagaza y reclamo. Bajo un árbol se vislumbra el penacho de plumas del faisán Fernando Mariscal, Jefe de Seguridad del PSOE, con las manos en el cogote, sobresaltado y tembloroso tras la traca. Resguardado entre dos rocas se halla Telesforio Rubio, algo más impasible y pachorriento. A lo lejos escupen el reflejo del Sol los quevedos de Gómez Benítez, vocal del CGPJ, quien patalea como un animal asustado durante la tormenta. El miedo le delata. Los podencos se lanzan a matacaballo sobre las presas. Lejos de la carnaza como trofeo, el galardón áureo se halla semienterrado entre riscos y hendiduras de la tierra. Se deja ver el hacha y la serpiente.
Se trata del acta de ETA filtrado que pone a tender las humedades del mal llamado proceso de paz y el Caso Faisán. El documento redactado por la banda terrorista evidencia que Gómez Benítez, identificado por ETA como el interlocutor número 4, actuó como negociador del Gobierno, y fue él mismo quien dejó entrever a la banda terrorista que el chivatazo del Caso Faisán era la prueba de la voluntad de avanzar en el diálogo. Advierte el Simón Cirineo del proceso que por dar el aviso está encausado un alto policía de San Sebastián y casi el Jefe de Seguridad del PSOE. Palabras que llevan ese aroma a trufas tan apetecible para los cerdos de la ETA que buscan su alimento bajo la tierra.
El acta recoge además cómo el Gobierno perdonó el robo de 200 armas en el sur de Francia, advirtiendo que en caso de que se produjese otro se acabaría la negociación. Una negociación que, bajo la luz del halógeno de los hechos, parece más propia de una caterva de hampones reunidos en el sótano de la bodega que de un Gobierno democrático. Abortar una operación antiterrorista y perdonar un robo de armas que la banda usa para matar, es merecedor de ser apuntalado en el mejor de los guiones de cine.
Un guión en el que Jon Iurrebaso jugaba un papel de estrella. El terrorista detenido en Francia en 2007 y que resultara ser negociador entre el Gobierno y ETA, llevaba el número de teléfono del ex Director General de la Policía, García Hidalgo, correspondiente a una tarjeta prepago. Una suerte de puente flotante entre la Policía y la banda terrorista. Asesinos y cazadores de asesinos reunidos al arrimo y al abrigo de una hoguera cantando villancicos y canciones populares al más puro estilo Boy Scout.
Todo ello casa con las declaraciones del propietario del Bar Faisán, Joseba Elosúa, quien dijo en su momento que aquél que le avisó justificó que lo hacía para no fastidiar el proceso. Blanco y con cáscara. Todas las piezas encajan. Máxime cuando aparece en escena el edecán de Garzón, Gómez Benítez. Nada nuevo bajo el Sol. Nuevamente, los socialistas, como polillas que se arriman al fuego, tiran del hilo junto a los terroristas a fin de crear un ovillo de corruptelas y desmanes políticos con tal de seguir apoltronados. Quienes deben dar tijeretazo al terrorismo, juegan a la pídola con aquellos que han disparado a quemarropa contra sus propios compañeros de oficio. Hoy, como ayer, nos encontramos con esa caricatura del cazador cazado. Y lo que queda por ver...
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