lunes, 28 de diciembre de 2009

EL CAZADOR CAZADO


Las postas aún humean y dejan ese denso manto de olor a pólvora que anuncia el alto en la cacería. Baste alzar la mirada para columbrar a lo lejos, con el culo al aire, al ex Director General de la Policía, García Hidalgo, con su nívea corona de pelo como añagaza y reclamo. Bajo un árbol se vislumbra el penacho de plumas del faisán Fernando Mariscal, Jefe de Seguridad del PSOE, con las manos en el cogote, sobresaltado y tembloroso tras la traca. Resguardado entre dos rocas se halla Telesforio Rubio, algo más impasible y pachorriento. A lo lejos escupen el reflejo del Sol los quevedos de Gómez Benítez, vocal del CGPJ, quien patalea como un animal asustado durante la tormenta. El miedo le delata. Los podencos se lanzan a matacaballo sobre las presas. Lejos de la carnaza como trofeo, el galardón áureo se halla semienterrado entre riscos y hendiduras de la tierra. Se deja ver el hacha y la serpiente.

Se trata del acta de ETA filtrado que pone a tender las humedades del mal llamado proceso de paz y el Caso Faisán. El documento redactado por la banda terrorista evidencia que Gómez Benítez, identificado por ETA como el interlocutor número 4, actuó como negociador del Gobierno, y fue él mismo quien dejó entrever a la banda terrorista que el chivatazo del Caso Faisán era la prueba de la voluntad de avanzar en el diálogo. Advierte el Simón Cirineo del proceso que por dar el aviso está encausado un alto policía de San Sebastián y casi el Jefe de Seguridad del PSOE. Palabras que llevan ese aroma a trufas tan apetecible para los cerdos de la ETA que buscan su alimento bajo la tierra.

El acta recoge además cómo el Gobierno perdonó el robo de 200 armas en el sur de Francia, advirtiendo que en caso de que se produjese otro se acabaría la negociación. Una negociación que, bajo la luz del halógeno de los hechos, parece más propia de una caterva de hampones reunidos en el sótano de la bodega que de un Gobierno democrático. Abortar una operación antiterrorista y perdonar un robo de armas que la banda usa para matar, es merecedor de ser apuntalado en el mejor de los guiones de cine.

Un guión en el que Jon Iurrebaso jugaba un papel de estrella. El terrorista detenido en Francia en 2007 y que resultara ser negociador entre el Gobierno y ETA, llevaba el número de teléfono del ex Director General de la Policía, García Hidalgo, correspondiente a una tarjeta prepago. Una suerte de puente flotante entre la Policía y la banda terrorista. Asesinos y cazadores de asesinos reunidos al arrimo y al abrigo de una hoguera cantando villancicos y canciones populares al más puro estilo Boy Scout.

Todo ello casa con las declaraciones del propietario del Bar Faisán, Joseba Elosúa, quien dijo en su momento que aquél que le avisó justificó que lo hacía para no fastidiar el proceso. Blanco y con cáscara. Todas las piezas encajan. Máxime cuando aparece en escena el edecán de Garzón, Gómez Benítez. Nada nuevo bajo el Sol. Nuevamente, los socialistas, como polillas que se arriman al fuego, tiran del hilo junto a los terroristas a fin de crear un ovillo de corruptelas y desmanes políticos con tal de seguir apoltronados. Quienes deben dar tijeretazo al terrorismo, juegan a la pídola con aquellos que han disparado a quemarropa contra sus propios compañeros de oficio. Hoy, como ayer, nos encontramos con esa caricatura del cazador cazado. Y lo que queda por ver...

lunes, 14 de diciembre de 2009

SIEMPRE SON LOS MISMOS

Como un boxeador sonado y con la mirada perdida entre la muchedumbre al otro lado del cristal blindado, aparece inmortalizado en las portadas de los diarios mundiales Silvio Berlusconi. Noqueado además. Sin embargo, lo más probable es que, al margen de los piños perdidos y el tabique nasal hecho ciscos, sea su insaciable ego lo más dañado de todo. El Hugo Chávez europeo, tan baladrón, tan arlequín de salones, tan sinvergüenza y –ante todo- tan megalómano, debe sentirse como el niño malo del colegio que amedrenta a los indefensos hasta que se orina en los calzones cuando el primo de Zumosol aparece en escena para darle un buen rapapolvo. Siembra vientos... El hombre que se ufana de tener dos pelotas bien puestas mientras tan cobardemente viola la Justicia con premeditación, alevosía, ensañamiento y tantos otros agravantes como queramos, probando el sabor de la calle. Por sus papilas gustativas se deslizarían anoche una mezcla de regustos amargos, tales como el miedo; agrios como la soledad de saberse abandonado en el asiento trasero de una limusina con la boca bañada en escarlata; y, cómo no, metálico. Ese frío sabor férrico de la sangre que, como los efluvios de una borrachera, eleva el vértigo.

Las imágenes, lejos de la mezquindad y la vileza que representan en sí, tienen ese punto de justicia poética. El alguacil alguacilado. Un puzle de asombro, rabia, impotencia y unas pocas piezas de simpatía. Y es que ver al héroe caído del caballo después de un festín de cabezas cortadas siempre saca, de tapadillo, una leve pero sincera risa de conejo. Hay tanta metáfora en la chafarrinada de Berlusconi como libres interpretaciones. Obvio es que le han plantado las herraduras a martilladas a un hombre que, con ese donaire de resuelto, se ha encargado de viciar y hacer tambalear los pilares de la Democracia en un burdo conato de Marco Aurelio, versión goyesca. Sin embargo, el problema de fondo radica en el hecho vital de que, en Democracia, la voluntad de los ciudadanos no se representa a garrotazos sino en las urnas. Y es ahí donde arrasa Il Cavaliere. No vamos a entrar a juzgar la larga tradición dirigista y reglamentarista de Italia –con su pan se lo coman–; pero sí es obligado pararse a contemplar una serie de matices. Basta con pensar qué sería de la prensa nacional, en particular, y la mundial, en general, si cualquier votante de la derecha lanzara una Catedral de la Almudena en miniatura a la boca de Zapatero con idénticas consecuencias. A lo menos, España sería un país de Camisas Azules. Sólo hay que recordar la agresión a Bono. Y, por el otro lado, baste recordar el intento de agresión a María San Gil en la Universidad de Santiago de Compostela por miembros de AGIR –grupo filoterrorista hermanado con Ikasle Abertzaleak–; el ataque a Nerea Alzola cuando pegaba carteles del PP en las calles de Bilbao; el intento de agresión a Dolors Nadal en la Universidad Pompeu Fabra; las agresiones a Piqué y Ángel Acebes en Martorell; por no hablar del intento de asesinato con coche bomba a José María Aznar o el disparo en la pierna por los pistoleros de Terra LLiure a Jiménez Losantos. Y más de lo mismo al otro lado del charco. ¿O no fue para la progresía miel sobre hojuelas contemplar el zapatazo a Bush por parte de un periodista iraquí? La violencia, cuando va dirigida contra personas de ideas contrapuestas con el pensamiento único de la izquierda, parece ir recubierta por un halo de mérito aceptado por el común del hombre-masa, que propugnara Ortega en La rebelión de las masas. Sin embargo, en el caso contrario, sería cruzar las puertas del mismísimo Averno. Efectivamente: las cuentas no salen. Tan deleznable es una como la otra.

Así, de igual nos viene el caso Tertsch. Lejos de culpar directamente a Wyoming –Redacción va por un lado y el presentador por otro– sí lo hace connivente, pues no viene de nuevo esa demonización de la derecha ¿Cabe imaginar idéntica agresión contra Iñaki Gabilondo después de que, por ejemplo, Pío Moa hiciera un montaje de la misma ralea que el emitido en El Intermedio? Más vale cruzar los dedos, pues pequeña sería la granizada… Existe pues una suerte de Tribunal de los Tumultos cómodamente instaurado en el inconsciente colectivo no sólo del rojerío, sino incluso a niveles más generales y apolíticos.

Que Berlusconi representa el golferío más fachendoso y ramplón de la política mundial de sobra es sabido. No es Santo de mi devoción para defender su gestión ni, mucho menos, su chabacanería de verdulera; pero resulta curioso que, actos tan nefandarios como los de ayer, siempre caen por el mismo lado del derrocadero. Será que ser político y de derechas es deporte de riesgo. Siempre son los mismos...

miércoles, 2 de diciembre de 2009

UNA DE PERALVILLO


Varias noches encerrado como una rata de laboratorio en un zulo de dos metros cuadrados. Pan y agua. Lejos del castigo y el escarnio que supone estar aislado del mundo a la fuerza, quema la conciencia como un hierro caliente el saberse inocente y hallarse, al mismo tiempo, golpeando las aldabas de prisión. Cuarenta años posiblemente. Al quinto día, llega su Viernes de Crucifixión. Los sayones de la Guardia Civil de Playa de las Arenas suben a Diego Pastrana a dependencias oficiales. Tras sentarlo frente a un ordenador, una a una, como las martilladas que golpean los clavos de la cruz, van pasando las fotos de su hijastra Aitana. No se trata de las clásicas fotografías utilizadas en los ardites psicológicos de la Policía y Guardia Civil para presionar hasta el derrumbe al acusado y conseguir así la miel de la confesión. En este caso van más allá. Pasa por el monitor lenta y parsimoniosamente, como un cortejo macabro, la secuencia de fotos de la niña muerta y desfigurada tras la autopsia. Más al fondo se hunden los clavos de su agonía conforme los agentes disparan sus lombardas acusatorias. Uno de ellos le espeta:«¡Asesino, te vas a pudrir! ¡Mírala, cabrón! ¡Mira lo que has hecho con la niña!».

Al poco, abandona el patíbulo con los pies en vertical. Y los clavos en el corazón. Dejan a Diego en libertad sin cargos, previa sevicia. Pero su segunda estación de paso es un Hospital para recibir tratamiento psicológico. Es un escombro humano. Días antes ponía de igual sus pies sobre el Hospital, ésta vez acompañando a Aitana. Miento, pues ni siquiera le dejaron entrar en la consulta con la pequeña, como mandan los cánones en cuestiones de menores. Tras el accidente en el tobogán del que se cayó y golpeó en la cabeza Aitana, Diego la llevó a Urgencias, donde le recetaron Dalsy y le dijeron que al poco tiempo la niña volvería a estar corriendo. Es ya en casa cuando se le acrecientan los dolores de cabeza a su hijastra y se produce un desmayo. Ante el miedo, la vuelve a llevar al médico. Es éste segundo médico quien impide entrar a Diego en la consulta. De ahí sale el informe que habla de desgarro vaginal, anal, quemaduras, hematomas en el pecho...

Mientras, los vientos del odio arrecian en la calle. La Agencia EFE mueve los hilos que llevan el informe médico al resto de medios de comunicación. Como cerdos en torno al dornajo, periódicos y telediarios degluten sin masticar toda la información. No sólo los medios vulneran la presunción de inocencia de Diego Pastrana, sino la misma Guardia Civil que sostiene el informe médico como hecho probatorio. Arrojan su presunción de inocencia a una manada de lobos ansiosos de morbo y lapidaciones mediáticas. Como escribía Arcadi Espada hace dos días, el cien por cien de los españoles escupiría un ¡qué cara de hijo de puta! viendo al muchacho en las páginas de prensa y telediarios, esposado como un delincuente de opípara trayectoria.

El aquelarre generalizado, propio de la Noche de Walpurgis en el Monte Blocksberg tan bien retratada en el Fausto, se hace comunión. Hasta que, de repente, como por ensalmo, el reloj se detiene y la sangre se bate en retirada. El informe del forense retumba como un toque de campana. La autopsia confirma que todos los daños fueron causados por la caída. También indica que no había agresión en las partes íntimas; que las quemaduras eran fruto de una reacción alérgica a la crema; que los moratones venían de los primeros auxilios realizados... Y Domingo de Resurrección. Sólo para Diego, claro.

Los medios de comunicación –cuando no hacen mutis– comienzan a recular. Les han cogido con el garrote en el potro de torturas. Después de dejarse arrastrar por las bajas pasiones tan montarazmente, buscan culpables. Por encima de ellos están los médicos que, bajo un baño de prejuicios y corrección política, condujeron a Diego Pastrana al paredón. Y es que, sólo el hecho de no dejar entrar en la consulta a quien por entonces era padrastro de Aitana, está recubierto por un denso y caliginoso manto de oscuridad, prejuicios y valores transmutados. El médico, tan ansioso de dar cobertura a un caso de maltrato y abuso de menores, y sobrevenido por lo que tiene ante sus ojos, cubre el peaje a la Guardia Civil para que sigan a toda velocidad por un carril unidireccional. Es el carril que sólo una mente ebria de prejuicios puede otorgarle a un joven padrastro que acompaña a su hijastra lesionada en un accidente, saltándose con ello la propia deontología médica. Ocurre, sin embargo, que la espada corta en ambos sentidos. Por querer hacer el bien, se hace el mal. Y qué mal. Por la mala praxis de un medicucho del tres al cuarto, no sólo se impide salvar una vida, sino que se tortura a un inocente.

“La justicia de Peralvillo, que después de asaetado el hombre le formaban proceso”, reza el dicho popular. Y es que en Peralvillo, el Tribunal de la Santa Hermandad ejecutaba al presunto delincuente y después iniciaba las pesquisas pertinentes. La casa por el tejado. Ocurría pues que, muchos de los asaetados, eran inocentes. De esta guisa, Diego Pastrana, asaetado psicológicamente hasta la zangarriana más oscura, resulta ser inocente. Cabe preguntarse si este estado de clorosis moral en el que se han visto inmersos médicos y periodistas no es más que el reflejo, el pulso interno de una sociedad enferma que, ante el más mínimo indicio de vulneración de los mandamientos de la corrección política, se levanta en armas dispuesta a violar los derechos elementales de todo ser humano. Cortarle la cabeza a la presunción de inocencia es tanto como retroceder en el tiempo hasta el S.XV. Médicos, periodistas y Guardia Civil, han tirado del carro de la ignominia y, aún más, del ridículo. Queda por ver ahora el camino que seguirá la Justicia, pues, la purga debería empezar por ese médico que, lejos de volver a poder ejercer, debería resarcir las heridas de Diego Pastrana. En Estados Unidos la compensación no bajaría del valor del Hospital mismo. Aquí, tan corporativistas, tan públicos, los disparos justicieros irán por otro lado. Por no hablar de la Guardia Civil, realizando torturas psicológicas a las puertas de 2010. Y es que, como confesara Diego Pastrana, preferiría mantener el recuerdo de Aitana corriendo por el parque y no muerta y deformada, como le obligó la GC a contemplar.

Y los medios… En fin, los medios:

http://www.youtube.com/watch?v=GAvYVVUf5pU&feature=player_embedded