El armario de las ideas está vacío. Los miles de arroyuelos por los que corrían las políticas gestuales y retóricas se han secado. Tierra adusta y baldía. Lo más parecido a uno de esos paisajes yermos y abrasados del Wild West. Para colmo de las desgracias, la difteria ataca con inquina nuestras vías respiratorias, mientras el doctor duerme la siesta. ¿O es acaso presa de una catalepsia inmarcesible? Ni huella. Las culebras y los ratones se cuelan por las hendiduras de la madera reseca y agrietada, acatando la Ley Suprema que obliga a reflotar el instinto de supervivencia. A lo lejos, suena el eco del graznido de los cuervos. ¡Oh, Manes! Las campanas tocan a rebato. Sólo queda, en el mejor de los casos, la Parusía como tabla de salvación.
Asegura la voz popular que es fácil ser valiente en la taberna. Zapatero ha sabido gallear y mostrar sus coloridas plumas negando y renegando la crisis bajo la luz del halógeno central de la cantina, al arrimo y al abrigo de un nutrido corro de borrachuzos y palmeros. Una fiesta de aires ceremoniosos –casi proféticos– en la que todo vale con tal de negar la mayor. Cartomagia, ilusionismo y prestidigitación, para, al fin, ganarse el aplauso del respetable con un espectacular número de escapismo. Y desde entonces.
Esté donde esté, parece haberle caído el cielo con el peso de los montes gallegos. Aunque más bien pareciera haber puesto un pie allende del Cabo Finisterre y encontrarse soportando la zozobra de las aguas de la Costa da Morte. Es que Galicia es así. Desdeñosa, esquiva y traidora, como una mujer insidiosa.
O quizás se encuentre allá por las vascongadas, buscando la manera de darle la mano al mismo Diablo sin que le queme las falanges. ¿Y allí en el vórtice del Poder, el eje neurálgico del Estado Mayor: Madrid? No. Dicen las malas lenguas que comienzan a mirarle por el rabillo del ojo. A su paso resuenan los toques de codo entre los socios nacionalistas. Su caminar se vuelve tórpido y vertiginoso mientras le tienden una alfombra de pétalos de rosas negras. Clara alegoría. CiU se perdería en arrumacos y coqueteos. Guiños, besos sordos, todo vale; pero el corazón tiene razones que la razón desconoce. A Zapatero le escuece sólo el hecho de pensar en desprenderse del dilecto Govern. La genuflexión parece ser moneda de cambio. A nuestro sumo pontífice no le queda otra que dar la cara y bailar con la más fea: la oposición.
Cuentan que Machado dejó mella en Zapatero. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón, que dijera el poeta. Desde entonces, huye y rehúye de su otra mitad para velar por la temperatura media de sus fluidos escarlatas. Las palabras Pacto de Estado caen sobre su famélico cuerpo como una granizada invernal. Que se le hiela. Tiembla, como un animal acorralado, allá donde se esconda.
Mientras, Obama se va de picnic y francachelas con las niñas bonitas de Europa. A Zapatero le pesa el cielo. El aire se le hace denso. A duras penas entra en sus pulmones. Un marasmo físico y mental le hace confundir el apoyar con el follar, declamando con el Presidente ruso Medvedev. A sus amanuenses y conmilitones les vence la galbana. Ya no le vale hinchar el pecho de autosatisfacción. La realidad no lo permite.
Tras prender fuego al avispero, sólo queda correr en busca de un refugio seguro donde comenzar a trabajar en otra dirección; pero, como dijera el filósofo Séneca: “No existe viento favorable para el marinero que no sabe dónde ir”. Jaque a la Reina.
Asegura la voz popular que es fácil ser valiente en la taberna. Zapatero ha sabido gallear y mostrar sus coloridas plumas negando y renegando la crisis bajo la luz del halógeno central de la cantina, al arrimo y al abrigo de un nutrido corro de borrachuzos y palmeros. Una fiesta de aires ceremoniosos –casi proféticos– en la que todo vale con tal de negar la mayor. Cartomagia, ilusionismo y prestidigitación, para, al fin, ganarse el aplauso del respetable con un espectacular número de escapismo. Y desde entonces.
Esté donde esté, parece haberle caído el cielo con el peso de los montes gallegos. Aunque más bien pareciera haber puesto un pie allende del Cabo Finisterre y encontrarse soportando la zozobra de las aguas de la Costa da Morte. Es que Galicia es así. Desdeñosa, esquiva y traidora, como una mujer insidiosa.
O quizás se encuentre allá por las vascongadas, buscando la manera de darle la mano al mismo Diablo sin que le queme las falanges. ¿Y allí en el vórtice del Poder, el eje neurálgico del Estado Mayor: Madrid? No. Dicen las malas lenguas que comienzan a mirarle por el rabillo del ojo. A su paso resuenan los toques de codo entre los socios nacionalistas. Su caminar se vuelve tórpido y vertiginoso mientras le tienden una alfombra de pétalos de rosas negras. Clara alegoría. CiU se perdería en arrumacos y coqueteos. Guiños, besos sordos, todo vale; pero el corazón tiene razones que la razón desconoce. A Zapatero le escuece sólo el hecho de pensar en desprenderse del dilecto Govern. La genuflexión parece ser moneda de cambio. A nuestro sumo pontífice no le queda otra que dar la cara y bailar con la más fea: la oposición.
Cuentan que Machado dejó mella en Zapatero. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón, que dijera el poeta. Desde entonces, huye y rehúye de su otra mitad para velar por la temperatura media de sus fluidos escarlatas. Las palabras Pacto de Estado caen sobre su famélico cuerpo como una granizada invernal. Que se le hiela. Tiembla, como un animal acorralado, allá donde se esconda.
Mientras, Obama se va de picnic y francachelas con las niñas bonitas de Europa. A Zapatero le pesa el cielo. El aire se le hace denso. A duras penas entra en sus pulmones. Un marasmo físico y mental le hace confundir el apoyar con el follar, declamando con el Presidente ruso Medvedev. A sus amanuenses y conmilitones les vence la galbana. Ya no le vale hinchar el pecho de autosatisfacción. La realidad no lo permite.
Tras prender fuego al avispero, sólo queda correr en busca de un refugio seguro donde comenzar a trabajar en otra dirección; pero, como dijera el filósofo Séneca: “No existe viento favorable para el marinero que no sabe dónde ir”. Jaque a la Reina.
2 comentarios:
Pero, hijo, dónde estabas???
Muy bien.
Buenísmo el post.
Espero que tu estancia por esos mundos de Dios haya sido de provecho.
(Por cierto,Samuel:en mi blogroll,hay un enlace de EL ANTEOJO.
Puedes escuchar la última tertulia.)
Besos.
Publicar un comentario