Parece que tenemos motivos de sobra para sentirnos más españoles que nunca. Nuestra ministra Salgado demostró querernos con amor de madre y decidió plantarle cara –y qué cara- nada más y nada menos que al mismísimo capitalismo norteamericano en pos de nuestra delicada salud. Y es que claro, se pensarían estos irreverentes y aviesos liberales que España es el monte Blocksberg…¡Qué desatino! Aunque, a decir verdad y poniéndome serio, tampoco es que quedara muy satisfecho con esta actitud tan defensiva –o nada- ya que desprende un ligero tufillo a fascismo que asusta; y para más inri, llegándonos por la banda izquiera.
Hablo –naturalmente- de la penosa trapisonda de exigir a la multinacional Burger King que finalice la publicidad de la hamburguesa XXL, ésa que tantos males traerá a nuestra sociedad y que tantos gastos supondrá a la Seguridad Social.
¡Si es que a la fuerza ahorcan!. De modo que un ciudadano cualquiera –uno de esos que llenan las arcas del Estado con sus impuestos, por ejemplo- no puede tener la capacidad de elegir lo que hace con su propio cuerpo o lo que mete en él. Entonces, siguiendo con esta inteligente dinámica, que obliguen a salir a la calle con paraguas los días en los que las nubes amagan lluvia; que prohíban la venta de cuchillas de afeitar; que obliguen a no verter sobre su cubata –y que sea sólo uno, por favor- más de dos hielos…
Obviamente, no tiene sentido. ¡Cómo si me quiero pegar un tiro en la sien! Cada uno tiene pleno derecho a hacer con su vida lo que le plazca, aun tratándose de comer una apestosa hamburguesa. Y si después tiene que ir a urgencias por ello –cosa que no sucedería- pues que vaya, que para eso tenemos una sanidad pública; si no, que la privaticen y así matamos dos pájaros de un tiro: ineficiencia y gastos públicos.
O todos o ninguno, porque es evidente que males peores se toleran en este país, y muchos de ellos viniendo de manos sanitarias inclusive.
El verdadero fondo de la cuestión es otro bien distinto, aunque resulte ser lo de siempre: se trata de la aguerrida postura de luchar, a cualquier precio, contra el capitalismo yanqui y la imperatividad de sus estúpidos patrones económicos y sociales. ¿Por qué razón no luchan contra nuestra querida Azucarera Española que tantos males causa? Diabetes, hipoglucemia, hiperactividad, esquizofrenia y un sinfín de lo que se conoce como enfermedades de la civilización, vienen directa o indirectamente del uso del azúcar refinado. ¿O por qué no luchan contra la desmedida prescripción de los famosos psicofármacos? Sencillamente, porque el campo de batalla no los admite…
Así, medidas impositivas de esta calaña no hacen más que adornar como un ramo de camelias en el recibidor del zaguán y alimentar las ansias de pragmatismo de un sector que cree en la intervención del Estado hasta el punto de desear que se siente a comer amistosamente en nuestra mesa
En fin, uno más de los tantos oprobios a los que nos somete y nos tiene acostumbrado nuestro altanero gobierno -el más fanatista que hemos tenido en muchos años-. Suma y sigue, suma y sigue…
Hablo –naturalmente- de la penosa trapisonda de exigir a la multinacional Burger King que finalice la publicidad de la hamburguesa XXL, ésa que tantos males traerá a nuestra sociedad y que tantos gastos supondrá a la Seguridad Social.
¡Si es que a la fuerza ahorcan!. De modo que un ciudadano cualquiera –uno de esos que llenan las arcas del Estado con sus impuestos, por ejemplo- no puede tener la capacidad de elegir lo que hace con su propio cuerpo o lo que mete en él. Entonces, siguiendo con esta inteligente dinámica, que obliguen a salir a la calle con paraguas los días en los que las nubes amagan lluvia; que prohíban la venta de cuchillas de afeitar; que obliguen a no verter sobre su cubata –y que sea sólo uno, por favor- más de dos hielos…
Obviamente, no tiene sentido. ¡Cómo si me quiero pegar un tiro en la sien! Cada uno tiene pleno derecho a hacer con su vida lo que le plazca, aun tratándose de comer una apestosa hamburguesa. Y si después tiene que ir a urgencias por ello –cosa que no sucedería- pues que vaya, que para eso tenemos una sanidad pública; si no, que la privaticen y así matamos dos pájaros de un tiro: ineficiencia y gastos públicos.
O todos o ninguno, porque es evidente que males peores se toleran en este país, y muchos de ellos viniendo de manos sanitarias inclusive.
El verdadero fondo de la cuestión es otro bien distinto, aunque resulte ser lo de siempre: se trata de la aguerrida postura de luchar, a cualquier precio, contra el capitalismo yanqui y la imperatividad de sus estúpidos patrones económicos y sociales. ¿Por qué razón no luchan contra nuestra querida Azucarera Española que tantos males causa? Diabetes, hipoglucemia, hiperactividad, esquizofrenia y un sinfín de lo que se conoce como enfermedades de la civilización, vienen directa o indirectamente del uso del azúcar refinado. ¿O por qué no luchan contra la desmedida prescripción de los famosos psicofármacos? Sencillamente, porque el campo de batalla no los admite…
Así, medidas impositivas de esta calaña no hacen más que adornar como un ramo de camelias en el recibidor del zaguán y alimentar las ansias de pragmatismo de un sector que cree en la intervención del Estado hasta el punto de desear que se siente a comer amistosamente en nuestra mesa
En fin, uno más de los tantos oprobios a los que nos somete y nos tiene acostumbrado nuestro altanero gobierno -el más fanatista que hemos tenido en muchos años-. Suma y sigue, suma y sigue…
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