Hoy, más que nunca, escuchamos en cada rincón de nuestras vidas la palabra libertad: en un encuentro político, en una canción, en los ecos de un artículo de prensa, en la réplica a un mísero reproche, en un anuncio publicitario… Sin embargo, esa libertad a la que nos tienen acostumbrados no es más que un insidioso eufemismo; una divergencia semántica; una de las muchas patrañas fecundadas por el tejemaneje izquierdista –en general- .
Dice la voz popular que la libertad no es sólo un derecho, sino una obligación; tiñe de sabiduría y autonomía al individuo. Pero, paradójicamente, todo este entramado liberalesco que nos rodea se convierte en ceniza una vez que tocamos con las yemas de la lucidez el intríngulis de la propia realidad sobre la que se desenvuelve.
De esta manera, todos esos que se llenan la boca preconizando la libertad, son los que, en contra de lo que alardean, acaban convirtiéndose en esclavos sempiternos de sus artificiosas vidas, deseos y entorno. No hay más que abrir los ojos… Todos por igual acuden a la píldora mágica cuando no concilian el sueño; todos por igual vuelven a anhelar el amor conyugal recién quemada una relación; todos por igual repiten sus pasos pasados y sus deseos futuros; todos por igual mantienen sus ideales políticos desde la cuna a la tumba; todos por igual se condenan a mantener los mismos hábitos alimenticios; todos por igual se resignan a vivir con un mismo sueldo toda la vida…Todos, por igual. ¿Es acaso eso libertad? Respondan con la mano en el corazón.
Aceptamos el condicionamiento como si fuese nuestro lazarillo, para que lleve toda una vida -la nuestra- al terreno de la acción y reacción repetida. Ahora bien, si pensamos que somos libres porque cambiamos de amistades en función del momento, o porque decidimos el blanco o el negro, o porque ingresamos nuestras perras en La Caixa o en el BBVA, o porque trabajamos en lo que siempre hemos querido…nos daremos de frente contra el muro. Así de sencillo. Tendemos a relacionar libertad con elección u opción (libertad de o libertad para ). Y claro está que no es lo mismo valor que precio. No se confundan.
Así, únicamente puede hablar de libertad quien recorre los laberintos de la conciencia para deshacer las ataduras que el pasado y el deseo dejan a su paso, dedicando toda su firme atención en el instante; el aquí y el ahora, verdadero vórtice creativo de nuestras vidas.
Por lo tanto, aquel que en nombre de la libertad amarra las cuerdas de su pensamiento a los pilares del deseo -que es bien distinto de sueño-, cae en la peligrosa trampa del sufrimiento, la frustación, la rabia, la ofuscación y la desdicha.
Leyendo una interpretación de la Bhagavad-Gita (1) decía el maestro védico y autor: ‘’uno no debe ser considerado un ser humano perfecto a menos que despierte a la posición de examinar su sufrimiento. Lo humano comienza cuando esta clase de interrogación se despierta en la mente; […] tal estudiante era Arjuna’’
Sólo la búsqueda incesante y minuciosa de la verdadera libertad interior -entendida como desprogramación; quebrantamiento del vaivén de ideas envenenadas y deseos por alcanzar...- romperá en millones de pedazos la marrullería mundana que nos hace creer martillo siendo yunque.
(1): ‘’El Bhagavad-Gita, Tal como es’’. A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada. Ed. Editor, 1975
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