martes, 8 de julio de 2008

EL BALANCE INVISIBLE

Que un personaje de farragosa torpeza, todo un zote en lides económicas, efigie de la amoralidad y la petulancia más supina, diga que la crisis es una cuestión opinable y que los actuales problemas que atraviesa el país son obra de la maledicencia del capitalismo, es el mayor acto de iniquidad que puede cometer un gobernante para con sus ciudadanos.

El manido discurso victimista en el que se encastilla toda esta pléyade de socialistas de escaso fuste, posee tan poco peso intelectual que no puede hacer otra cosa sino ofender. Así, existe un grueso de la población que, más por confusión que por ignorancia, le acaricia el lomo al Gobierno, le ríe la gracia, lo toma en serio, deglute y digiere sus peroratas a fin de correr una suerte de desdoblamiento inducido y casar con el discurso político de moda. Voila, así nos encontramos con el perfecto cuadro clínico de propaganda progresista, oriflama de la “ciencia socialista” de la que hablaba Lenin.

En este orden de cosas, si usted conversa con alguien de profundas convicciones socialistas, se escapará por los cerros de Úbeda, dirá que la culpa es única y exclusivamente del petróleo, de las políticas neoconservadoras, que la crisis es internacional, e incluso se mostrará benevolente con el pobre Zapatero, que sin comerlo ni beberlo…menuda la que le está lloviendo.

Si el mismo discurso se encuadra en un marco más descolorido, con alguien más apolítico, éste zanjará el asunto señalando a la crisis internacional, la burbuja inmobiliaria y ¡ale!, a echar tierra de por medio.

Por el contrario, si miramos el problema críticamente, avizorando todas las esquinas, buscando las huellas como un zahorí, nos toparemos de golpe con un círculo de fluctuaciones y complejidades mucho más amplio de lo que nos venden desde los altavoces monclovitas. Y gran parte de ello, claro está, prendido por la llama del Gobierno.

El tema del petróleo tiene su punto de verdad: obviamente, los 150 dólares del barril no los define Zapatero en un conato de Octavio Augusto. Ya quisiera tanto poder el Iluminado…

De lo que sí es responsable directo Zapatero, sin embargo, es que los hidrocarburos representen el 82% de nuestro consumo energético total, al tiempo que toda la potencia energética instalada durante su legislatura haya sido de ciclos combinados de gas (90%) y de energías renovables fuertemente subvencionadas (10%), cuyo coste de generación multiplica por ocho el de las centrales nucleares en funcionamiento y por tres las de nueva construcción.

A ello le sumamos una política que ha impedido la creación y modernización de refinerías, por lo que tenemos un sistema de refino de petróleo totalmente insuficiente para nuestras necesidades, y además el más obsoleto de toda la UE-15, lo que nos lleva a un déficit tan gigantesco de gasóleos, que tenemos que importar anualmente más de 15 millones de toneladas, casi el 50% del total. Por no hablar de la política antinuclear: mucho señalar al petróleo por su tendencia al alza y la repercusión que tiene como fuerza centrifugadora sobre resto de la economía, pero ahora bien, a la energía nuclear, ni mirarla. No será este Zapatero remendón quien tire del hilo de Ariadna...

Tenemos así identificado buena parte del problema –el energético–, pero por desgracia, el exceso de intervencionismo y el afán de un Gobierno obnubilado, con más literatura que convicciones, empecinado por controlar todos los resortes de la economía, genera más problemas de los previstos. Es lo que Von Mises denominó la dinámica del intervencionismo. El Gobierno carece de la información subyacente que se desprende de la intervención primera, por lo que todo lo que suceda en consecuencia será igualmente una nueva obstrucción al proceso de libre mercado y, por tanto, respeto a la libre voluntad de los individuos que deciden cómo acceder a la conquista de sus anhelos. Cada intervención necesitará de una nueva que cubra los efectos de la anterior. Todo ello, por tanto, no hará más que distorsionar las señales del mercado. Así, ¿cómo es posible que suban los salarios y baje la capacidad de compra de los ciudadanos?

La razón de todo este embrollo se halla ligado a lo que acabamos de comentar. Se han eliminado lo que en el mercado se denominan estabilizadores automáticos: si baja la actividad, baja la capacidad de compra de la gente y, por tanto, como puedo pagar menos, bajan los precios. Pero si, por ejemplo, como Gobierno limito la productividad, subvencionando ciertos sectores como ocurre con los transportistas, además no permito que las compañías aéreas puedan transportar libremente las mercancías porque metemos la competencia de Renfe, que es una empresa pública; que además subvencionamos los precios del AVE para fastidiarles y no puedan transportar libremente…el cuadro resultante será un mapa de alteraciones como el expuesto antes con la dinámica del intervencionismo.

El resultado es bien sencillo. Nos encontraremos con un mapa de señales totalmente alterado, artificial, por el que Gobierno navega sin rumbo, con la única pretensión de abarcar un radio de acción que lo sobrepasa. Es lo que ocurre cuando el “yo colectivo”, representado por el Estado -en su más pura esencia rousseauniana-, y desde su altura, trata de coordinar mecánicamente las vidas de millones de individuos, olvidando que sus principios, sus ejes de ordenadas y coordenadas, se hayan ligados a su propia subjetividad y, por tanto, libertad. Es por ello por lo que no se puede cuantificar objetivamente la cantidad de anhelos que el Estado puede satisfacer arbitrariamente. El Estado siempre tenderá a determinar equivocadamente que su sabiduría está por encima de la del mercado (entiéndase: individuos). Pero como señalara Milton Friedman: el Gobierno nunca aprende; aprende la gente.

Llegando más lejos, podemos determinar que buena parte del problema se basa en que toda intervención cuesta di-ne-ro. Un dinero que, obviamente, ha tenido que ser extraído con anterioridad mediante unas políticas fiscales llamadas a limitar la cantidad de bienes económicos que puede tener un individuo en pro de igualar al resto de ciudadanos. Olvidamos así que la espada corta en ambos sentidos; por ello, la igualdad siempre tirará a la baja éstos bienes por su propia naturaleza, nunca al alza, por perogrullada al cubo. En palabras de Thomas Sowell: “Hoy en día, los "progresistas" quieren extender aún más el control político a los ingresos. Lo llaman "justicia social" pero también podríamos llamarlo Rumpelstiltskin y seguiría significando que los políticos decidan cuánto dinero nos permiten tener a cada uno de nosotros”.

Pero esto siempre será como alimentar la caldera de la locomotora de un tren de vapor con la madera de los vagones. Mientras más bienes se sustraigan vía impuestos para cumplir unos objetivos sociales, más demanda habrá por una parte de la población que, desigual pero no necesitada, los reclamará también, creando así una espiral por la que cada vez se requerirá detraer más impuestos. Lo social, entendámonos, es una boca imposible de saciar.

Así, a la luz de los hechos, los resultados visibles del exceso de intervencionismo de la política de Zapatero son significativos. Somos el único país de la OCDE donde en los últimos años ha descendido el poder adquisitivo de los salarios, mientras que en el resto ha crecido; ha pasado del puesto 23 del Global Competitiveness Index que alcanzó en 2003 al puesto 29 en 2007; nos encontramos en caída libre en cuanto al Índice de Libertad Económica; unas subidas del coste fiscal que pagan las compañías por sus trabajadores alcanzando con Zp su cota más alta: el 39,1% de lo que retribuyen por sus empleados acaba en manos de Hacienda, lo que supone cerca de 2 euros de cada 5; la participación de los salarios en el PIB más baja de toda la Unión Europea; unos resultados en el informe Doing Business del Banco Mundial por los que España ha pasado del puesto 108 al 118 en el ranking que establece la facilidad de abrir un negocio…Todo ello, por un gobierno que presume de socialista y que, obviamente, reniega de su naturaleza de vitola intervencionista jurando y perjurando mientras se da golpes en el pecho.

El resultado final, por encima de valoraciones e informes, será mucho más diáfano: disminución del dinero que tenemos en el bolsillo y paro, mucho paro. Pero claro, para eso siempre está la estadística del INE -recordemos que su propio nombre indica que viene de Estado, por lo que nunca tenderá a dar datos fehacientes-. Así, el Ministerio de Trabajo, manipulando con chabacana desvergüenza y nefanda alevosía, cifró en 15.000 el número de nuevos parados en el mes de Mayo, mientras que el Ministerio de Economía lo amplió hasta 91.400, la peor cifra en 70 años. –qui prodest?- Huelga señalar en cuanto al INE, el dedazo de Zapatero respecto a Jaume García, nuevo Presidente, a fin de trucar los coeficientes de reparto de impuestos de cara a la aprobación del Estatut. Entre las fechorías de su tramoya se encuentra, además, la de cambiar los datos de crecimiento interanual de la construcción, cambiando el -5% al 1,3%.

La manipulación de este Gobierno llega a ser tan flagrante que, aun contando con datos de multitud de estudios independientes que auguraban nuevos tiempos de vacas flacas, se saca de la chistera unos datos de crecimiento totalmente virtuales, unas cifras de producción, generación de empleo y previsiones cargadas de falsedades. Por no hablar de los índices de inflación reflejados posteriormente en Eurostat. Ni un solo analista de este país la dio por buena; pero ocurre que Eurostat repite las cifras que le da cada país sin comprobar nada, y menos cuando el maestro de orquesta de Eurostat es Almunia.

Aun así, no contentos con ello, a contrapelo, determinan los Presupuestos Generales del Estado con la ridícula estimación de 71 dólares el barril, aun a sabiendas de su escalada. Nos hallamos por tanto ante un mapa de terrorismo intelectual. Mientras que un juez siempre podrá condenar a un medio por difundir información falsa, o a un individuo por robar, el Gobierno siempre podrá correr una suerte de Todopoderoso y llenarse la boca de falsedades mientras llena sus alforjas coactivamente. Ver para creer…

Con este panorama, a Zapatero no le duelen prendas para no seguir con su astracanada prometiendo y regalando a troche y moche. Ya sabemos: nadie promete tanto como aquél que sabe que nada va a cumplir, como sabiamente escribiera Quevedo

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