viernes, 26 de febrero de 2010

¡PUFF...!

La erudición de un ser se mide a veces por la ignorancia de los demás. Y aprovechando esa nesciencia, se multiplican como los lirios en el campo los tramoyistas del descaro y la mentira. La opereta bufa orquestada por Buenafuente es un claro ejemplo de ello. El mismo que se negara en su día a recoger el micrófono de oro por no querer compartir laureles con Jiménez Losantos alegando que ofende al periodismo, se toma la licencia de dar lecciones a quienes buscan la verdad por incómoda que sea. ¡A qué niveles de endiosamiento está llegando la progresía catalana de Mimosín! Es por ello que suene a broma pesada que un personaje del jaez de Buenafuente se permita impartir clases particulares de algo que le es totalmente ajeno. Partiendo de la base de que tiene todo menos mimbres para el periodismo –sólo hay que leerlo de su puño y letra– se puede decir que ese donaire de hombre resuelto e intelectual casi que le queda como un gabán a una chinche de cama.

Así, apareció el pasado martes en su programa montando un carnaval con los videos e investigaciones publicados por el diario El Mundo de la mano de la Asociación de Ayuda a las Víctimas de 11-M. Con su estilo burdo y folclórico de siempre, enmarañó la información hasta tejer una nube de patrañas como si de algodoneras se tratara. Cuando el fin no es otro que manipular e intoxicar, no hay mejor manera de conseguirlo que ridiculizando a quienes luchan por señalar que el Rey va desnudo. Y es que, como dijera hoy Reverte en una entrevista a El Mundo con esa chulería de quien se sabe durmiendo al abrigo de la verdad, España es un país «gozosamente inculto». Baste sentenciar cuatro memeces que dejen pequeña a la Catedral de Burgos para que la manipulación se apuntale en el inconsciente colectivo del hombre masa. Desconozco si Buenafuente –y quien dice Buenafuente dice José María Izquierdo y compañía– se esconde tras la égida del chiste al tomar conciencia de que aquello que han defendido durante tanto tiempo se derrumba lentamente o si, por el contrario, lo hacen por pura ignorancia al cuadrado. Como replicara Mafalda al anciano –siguiendo con personajes de humor– esto es sólo el continuose del empezose de ustedes. Pasa por negarse a conocer la verdad y encastillarse en el conformismo unidireccional. Pero la ciencia calla a la literatura: "Puff…dinitrotolueno". "Hay nitroglicerina...es una putada, pero es la realidad". Son los dos titulares de los que se mofan Buenafuente y su Sancho Panza Berto durante más de seis minutos en La Sexta. Y es que es la puñetera realidad.

Ni rastro de Anido, Ferreras, Cebrián, Gabilondo y demás rapaces de alto vuelo. Quizás anden buscando como zahoríes a los terroristas suicidas. Pero para dar la cara tiran de bufones. Así, como ejemplo de paparruchadas, las del mismo programa de Buenafuente, pues no dudaron en decir –lisa y llanamente– que El Mundo trataba de demostrar que la banda terrorista ETA estaba detrás del 11-M. Y cuela...

Dada la altura de miras de Andreu y su rosario de virtudes a la hora de dilucidar la verdad, podría haber recordado también lo que dijo Casimiro García Abadillo en Veo 7, cuando recordó que el juez Gómez Bermúdez le dijo personalmente que Trashorras jamás sería condenado más que por su tejemaneje con los explosivos. Sin embargo, la sorpresa cayó como una tormenta de verano. Recuerdo que el día después a la sentencia del 11-M todos los medios de comunicación del mundo se hicieron eco de la astracanada. Llamó especialmente la atención la prensa de Israel –duchos en estas lides– pues se llevó las manos a la cabeza al ver cómo el paladín mayor del atentado resultó ser un pobre esquizofrénico de Asturias que trapicheaba con explosivos de Mina Conchita. Una mina de la que, a la luz de los hechos constatados, se sabe que no salieron los explosivos con los que se produjo la mayor carnicería de Europa y de cuya investigación se ríen aquellos que presumen de buen periodismo y mejor deontología. Una investigación que desde el comienzo dejaba en cueros a la versión oficial: desde la mochila de Vallecas pasando por las sobreactuaciones de Sánchez Manzano como jefe de los Tedax y la ocultación de pruebas, hasta la manera de la que se trataron las veintitrés muestras que se tomaron de los doce focos de explosión –sin los algodones–. Hecho que quedó más que demostrado con la declaración del inspector jefe del grupo de Desactivación de Explosivos de la Jefatura Superior de Policía de Madrid, quien dijo que las muestras debían haber pasado directamente a los laboratorios de la Policía Científica, sin poder ser destruidas sin autorización judicial. El mismo inspector que dijo que, sólo en el foco de Atocha, obtuvieron más de ochenta muestras de alta calidad y que, contradiciendo a Manzano, declaró que aquella fue la única vez que un responsable de la Unidad Central se hacía cargo del mando operativo de un atentado, saltándose procedimientos como la elaboración de actas, traslado y selección de pruebas. Y una investigación que demuestra, ante todo, que la famosa Goma 2 ECO sólo estaba presente en Leganés y en la estación del AVE de Mocejón. Y sin explotar. Por el contrario, se tienen pruebas científicas que indican que lo que probablemente mató a casi doscientas personas no fue esa Goma 2 ECO que vertebra la sentencia final, sino DNT.

Así las cosas, se antoja harto sospechoso –en base al puro sentido común– que Gómez Bermúdez no sólo tuviera las cintas del peritaje de los explosivos separadas del resto y fuera de la caja fuerte, sino que, además, según las propias palabras del Secretario Judicial del Tribunal, las cintas habían sido identificadas con una nomenclatura diferente. Más sospechoso aún es que no pidiera explicaciones a los peritos en el juicio por unas imágenes tan diáfanas y técnicamente reveladoras.

Lo cierto es que nos han querido hacer una tortilla sin romper los huevos. Defendía Ángeles Domínguez que este no es más que el resultado de una instrucción deficiente. Cuando la instrucción hace aguas por los cuatro costados, la sentencia no puede ser menos. Después de ver cómo los medios y común de los mortales ponían como chupa de dómine a las investigaciones realizadas por El Mundo y Luis del Pino, la verdad, como un recién nacido, comienza a ponerse en pie después de haber pasado largo tiempo caminando a gatas con dificultad. Todo final encierra un nuevo comienzo. La teoría oficial pide que le cantemos su kirieleisón. La mentira puede tener muchos colores y formas; sin embargo, la verdad sólo tiene un camino. Y además nos hace libres. Y los que bramaban contra los disidentes, con voz más alta o más baja, hacen chistes, patalean, desprecian, ignoran, rebuznan…Ni cortan ni sierran.

Ladran, luego cabalgamos...

miércoles, 17 de febrero de 2010

AVATAR


En James Cameron todo es superlativo. El exceso es a su obra como las rayas negras al tigre. Algo consustancial. Sus películas corren una suerte de coctelera gigante en la que el barman mezcla diversos aromas, grandes dosis de edulcorante y, ante todo, garrafón. Mucho garrafón. Así, el paso de garganta del mejunje es fácil y hasta cómodo dada su melifluidad; pero la resaca está garantizada. Eso es lo que sucede a la mañana siguiente de haber coqueteado con su nueva criatura: Avatar.

Las polaridades toman su protagonismo desde los primeros minutos. Grandes incubadoras para recios militares que reproduce ese estadio de control absoluto de Un mundo feliz, de Adolf Huxley. Condicionados y preparados para una dura misión. En contraposición a tal nivel de desarrollo tecnológico se encuentra –puertas afuera– ese mundo salvaje y primitivo en el que habitan los Na`vi. Unas criaturas que viven como la tribu amazónica de los matsés, cambiando el ocre de sus pieles por el lazurita y con una estatura bastante superior. Luces y sombras que se alternan conforme se desarrolla la película, mostrando cada vez más salvajes a los humanos y más humanos a los salvajes.

El ensalmo surte efecto precisamente gracias a esas asimetrías, ya que no hacen falta muchos artificios técnicos ni argumentales para provocar empatía con aquellos a los que se presenta envueltos por la pátina de la pureza y la bondad absoluta. Sólo es preciso poner sobre el tablero a unos malos muy malos y unos buenos muy buenos para que el agua termine buscando el río. Nada nuevo bajo el Sol. Y qué mejor manera de presentar la avilantez de los malos si no es bajo la férula del Ejército. Una legión de trasgos malditos y demonios dispuestos a pisotear a las indefensas tribus primitivas con la misma facilidad que la rueda de molino tritura el grano. Un Ejército que, además, va de la mano de una gigantesca multinacional que busca hacer sus Américas allá por Pandora explotando ciertos recursos minerales. Y, a partir de ahí, que giren los cangilones de lo previsible...

Con este retrato robot es fácil que a escasos minutos de comenzar la película el espectador esté del lado de los Na`vi. Sin embargo, esos titileos de justicia y filantropía no son más que puro reflejo de una posición dominante en un marco más amplio. A saber: corrección política y pensamiento único. Y mucho anticapitalismo. No cuesta identificar a la horda militar y su multinacional como figura arquetípica de los Estados Unidos y su voracidad capitalista, mientras que los cerúleos Na`vi serían la voz de todos esos colonizados injustamente por el Imperialismo. Así, Cameron utiliza entre sus muchos ardites la vieja trampa de la idealización de la vida salvaje. No presta mucha atención a sus emociones, sus rutinas diarias, sus virtudes y defectos, sus tribulaciones, ni siquiera muestra de lo que se alimentan. Y, ateniéndonos a tal grado de idealización, cabría imaginar que no tienen hambrunas. Cosa atípica en el mundo salvaje, sea dicho de paso. También llama la atención el rollo religioso de adoración a la pachamama, tan primitivo y atapuercuense. Da la sensación de que el occidental –supuestamente del lado de los malos– ha de sentir un sentimiento de culpa por su evolución al contemplar el nivel de satisfacción de la tribu, de modo que le lleve a purgar sus pecados. Nada es casualidad en Avatar. Sin embargo, se olvida Cameron del eje radial de toda tribu primitiva: su hermetismo y rigidez. No nos muestra cómo es la posición de dominio absoluto que ejercen los superiores jerárquicos sobre sus inferiores, ni sus relaciones territoriales con otras tribus vecinas con las que, por puro sentido común, tendrán múltiples batallas dado que no son sociedades de consumo y necesitan poseer los bienes que escasean mediante la fuerza. El libre comercio nunca ha casado especialmente bien con las tribus primitivas. Nos encontramos con una especie de exaltación al Darwinismo invertido. La veneración a la involución y el anatema del desarrollo humano.

Así las cosas, resulta lógico que incluso Evo Morales haya dicho que Avatar es una profunda muestra de la resistencia al capitalismo y la lucha por la defensa de la naturaleza. Pero, al margen de consignas repetidas hasta la nausea, ¿sería realmente capitalista Avatar llevado a la vida real? Obviamente, no. Pura publicidad. Pura manipulación. Considerando que el capitalismo encuentra su fulcro en el libre intercambio de bienes dentro de un marco jurídico que respete la voluntad del cambio así como el derecho a la propiedad privada, la empresa llevada a cabo por los militares de Avatar en Pandora al socaire de una multinacional nada tiene que ver con el mal llamado neoliberalismo. De inicio, cabe subrayar que toda multinacional ha encontrado su posición de privilegio en el mercado a lo largo de las décadas gracias al Estado, lo que se opone frontalmente a las teorías liberales que exigen un Estado reducido a su mínima expresión y, mucho menos, con capacidad de intervención en las fluctuaciones y ajustes automáticos del mercado. Hayek y Mises ya demostraron hasta qué punto los monopolios estatales corresponden a una sociedad centralizada, y cómo sus antecedentes, ciertas estructuras gremiales, sucumbían al perder sus privilegios, pues no pueden competir en igualdad de condiciones contra un ofertante distinto que fomente la baratura. Los monopolios alcanzan un mercado cautivo gracias al control estatal. Sin ir más lejos, Mises recordó de qué manera reinó hasta el siglo XVIII la premisa paternal en cuya virtud no era lícito ni justo vencer a otros produciendo géneros mejores y más baratos. Siguiendo con grandes economistas y en contraposición al antiliberalismo ramplón de Avatar, cabe recordar también las palabras del padre de la Escuela Austriaca, Carl Menger, quien llegó a la conclusión de que «para despreocuparnos de la economía en general necesitaríamos o que los actuales bienes se multiplicasen de modo casi infinito (hasta dejar de ser bienes escasos y, por tanto, económicos) o que las necesidades humanas adelgazasen de modo casi infinito (hasta poder satisfacerse con el producto de un trabajo sin incentivos individuales, estrictamente colectivizado)»

En el caso de Pandora, como en el de todos los sistemas tribales y de castas, no ocurre ni lo uno ni lo otro. Y aun así se despreocupan de la economía. Cosa que parece loar el propio Cameron, olvidando que hasta los gatos quieren zapatos. Han sido conocidas a lo largo de la historia las innumerables matanzas entre distintos clanes por cuestiones religiosas, de poder, o de bienes. Llámense Apaches, Pies Negros, Comanches o Cherokees, los indios americanos luchaban con el mismo denuedo entre ellos como contra los hombres blancos invasores, así como aliados de éstos contra otras tribus. Así han funcionado por siglos las estructuras tribales. De modo que la solución en tiempos de vacas flacas pasa por encomendarse a Dios e imponer la Ley de la gumía, pues todo ser humano lucha por sus necesidades. Unas necesidades que la economía y el sistema de producción capitalista en concreto satisfacen más holgadamente que la degollina.

Pero James Cameron tira sobre seguro y se va de pesca a una piscifactoría donde algo caerá, máxime si a su ristra de carnada le añade el ecologismo. Convertido en el nuevo becerro de oro de la progresía anticapitalista, el ecologismo sirve igual para un roto que para un descosido. Siendo este un fenómeno sociológico perteneciente a sociedades ricas, se lo endosan a los tercermundistas, cuando son ellos los primeros heresiarcas que prefieren medrar y alcanzar un nivel de vida más alto en lugar de vivir para preservar un sistema primitivo para júbilo de oenegés y demás Mowglis occidentales con internet y aire acondicionado.

Llaman la atención las contradicciones tan infantiles con las que tropieza James Cameron en Avatar, percibiéndose ese tufillo anticapitalista precisamente desde lo alto del mismo capitalismo. 20th Century Fox no es precisamente un gulag, muy a pesar de Evo Morales y demás fauna menor progre. Pese a los taparrabos y la Pachamama, se cuentan a miles los millones invertidos en el desarrollo tecnológico necesario para la producción de Avatar. Quienes ven en la lucha de los Na`vi cierta pedagogía moral, deberían ver más bien una dosis de ideología hecha producto de consumo. ¡Quia! Un producto que lleva a hacer el ridículo incluso al dictador bolivariano que, en una contradicción como la Cordillera de los Andes, termina alabando una maravillosa finta de cintura capitalista.

Eso sí, lo estético corre otra suerte. Si Stendhal levantara la cabeza...

miércoles, 10 de febrero de 2010

EL PEQUEÑO BUDA LEONÉS

No cuesta imaginar a Zapatero noche tras noche mirando su córvida jeta frente al espejo de mano lustrando sus virtudes narcisistas en un conato de Blancanieves. Espejito, espejito, ¿quién es la más bella del Reino? A lo que el espejo, en pleno estado de ebullición ante tanta trola, le soltará de un zurriagazo las portadas de los diarios nacionales como respuesta. Y es que, entre toda la fauna mayor y menor del Reino, Zapatero no es sólo la más fea, sino también la más torpe y ridícula. Y la más mentirosa. Tanto que incluso sus propios heraldos y cortesanos le imploran de rodillas un mínimo de decoro. Por Castilla-La Mancha se ha podido oír el graznido de un tal Barreda pidiendo un cambio de Gobierno. Las aguas ya no suenan como un arrullo antes de dormir. Suenan salvajes, como si se hubiesen abierto de par en par los portones de la presa mayor del pantano. El dramaturgo y psicólogo Alonso De Santos ha dicho que Zapatero es un alucinado. El Financial Times lo llama paranoico. El diario The Economist, por su parte, corrió una suerte de Cicerón atizando a Catilina -¿hasta cuándo seguirás abusando de nuestra paciencia?- recordándole que suena a chiste que Zapatero asesore a Europa en la recesión cuando tiene su propia casa patas arriba. Distintos eurodiputados le dieron una buena azotaina tras su primer discurso en el Parlamente Europeo después de pretender dar lecciones a los allí presentes con su palabrería almibarada de siempre, incluyendo cochecito eléctrico. Y mucho más: Solchaga, Felipe, Reverte, Leguina, Jordi Sevilla... Incluso la propia Guardia Civil y los sindicatos policiales. Todos los frentes andan abiertos. Como que a perro flaco todo son pulgas. En lo concreto de la gestión económica, ración doble. La firma estadounidense Standard & Poors incluyó una rebaja en su perspectiva de rating después de quitarnos la triple A, pasando de estable a negativa. De la misma guisa nos llegó el informe de Moody’s, según el cual España lidera el índice de miseria en un ranking en el que se computan los riesgos económicos y sociales derivados de los niveles de paro y déficit fiscal de dieciséis países. ¡Sapristi! Suma y sigue. Se le hielan las migas de la mano a la boca

Y así, nuestro turiferario esparce la peste con su turibulo carcomido por tanta mugre por cada uno de los rincones de España, dejando un rastro de más de cuatro millones de parados y una Nación desvencijada. Sin embargo, más fácil será ver a Gala panegirizar a Bush que a Zapatero entonar un Mea Culpa. Cosas del endiosamiento. Es eso lo que hace especialmente particular y peligroso a nuestro Salvador. Un hombre que, como escribiesen Isabel Durán y Carlos Dávila en su libro La gran revancha, se tiene en tan alta estima que fue capaz de declamar en una de sus clases que, una vez abandone la vida política, contará algunas grandes verdades de este mundo a sus alumnos. Así, tal cual. ¡El advenimiento Glorioso del Mesías! Cosas del delirio: creerse hortensia siendo cardo. Y es que nos encontramos con una persona devorada por el personaje. Un ser con más obsesiones que ideas. Un maestro en el arte de la tautología. Es sabido que la mentira forma parte de la sangre del político, pero creerse sus propias mentiras lo convierte en una epidemia. Nixon se creyó realmente todas sus paparruchadas cesaristas hasta que le cayeron las hostias a calderadas y tuvo que abandonar su trono áureo camino de su residencia de San Clemente con billete de ida. Y así, a chorros. La diferencia es que existen políticos que se envuelven en el satén de la arrogancia sirviéndose del mundo y mostrándose tal cual; pero, en cambio, Zapatero se esconde bajo esa máscara de saddhu indio descansando indolente bajo una higuera a orillas del Ganges, sin más ajuar que su escudilla de mendigo y la meditación vipassana como única arma. Y así, que nos meta decúbito prono la Alianza de Civilizaciones y todo el buenismo que nos quiera vender. Suerte que Gandhi anda criando malvas. De lo contrario, ya tendríamos a ZP haciendo kilómetros día sí y noche también camino de la India esperando que el bueno del Mahatma nos colara el Swadeshi hasta por la ventana. Y tratándose de un mentecato como Zapatero que, según dice, se deja asesorar incluso por su propia hija en cuestiones políticas, pues casi que colaría. Así nos luce el pelo. Y la cartilla. O lo poco que quede de ella.

Al menos la de las pobres hormiguitas a las que pisotea con sus patas de cervatillo, pues cartilla hay siempre de sobra para comprar el silencio de los sindicatos. Y es que no le duelen prendas multiplicar por lo que haga falta las ayudas a esta Hermandad de Bucaneros con patente de corso haciendo frenar la voluntad de los propios trabajadores inclusive, que, en muchos casos, prefieren aceptar una rebaja del sueldo a costa de no perder el empleo. Algo a lo que se oponen los filibusteros de la sopa boba. O agilizar el despido. Tanto monta. Una forma tan mezquina de comprar silencios y ser comprados que recuerda al dilema moral de las putas y los puteros. ¿Encontramos más rebajamiento moral en aquella mujer que hace mercancía de su propio cuerpo o en aquellos que la consumen? Sin embargo, el bueno de Zapatero se permite hacer sus Américas particulares junto a Obama en el Desayuno de la Oración para llevar a cabo una de sus astracanadas más sobresalientes de inmoralidad. Y es que fue de matrícula de honor su interpretación del bombero pirómano. Entre sus tantas perlas, brilló con especial fulgor aquella que hablaba de respetar los jornales de los trabajadores. Cosas veredes… Resulta paradójico que quien se encarga de esquilmar el pequeño bolsillo de los más desfavorecidos con una fiscalidad tortuosa como la de nuestro país, se dedique a dar lecciones de moral empresarial, cuando en el reino de los ladrones él es el cabecilla de la banda. Y nos hace de Robin Hood. O aquella otra de caer de hinojos ante la libertad cuando lo han cogido con el anteojo de Sitel mirando por la ventana de la vecina o exprimiendo como naranjas todas las referencias de libertad en el índice de Libertad Económica. O que hable del odio cuando ha sido él quien se ha encargado de levantar pústulas y exacerbar el odio en España con una Ley de la Memoria Histórica que barre y demoniza a lo que fue una mitad del país. O que se ponga la medalla de sheriff del oeste pidiendo actuar allá donde la libertad se vea amenazada a fin de garantizarla, cuando precisamente es Zapatero quien se ha convertido en la punta de lanza de los regímenes totalitarios de Latinoamérica más allá del continente. Así que, en lugar de haber leído un pasaje del Deuteronomio como el elegido, mejor haber citado las palabras de San Lucas que con cierta sandunguera recomendaba Dragó en su columna dos días antes de la puesta en escena de ZP: «Más alegría habrá en el Cielo por un solo pecador arrepentido que por noventa justos llegados a él»

Por imperativo de la casualidad o la causalidad, leo hace poco en Y si habla mal de España… es español, del mismo Sánchez Dragó, un entrecomillado de Clive Staples Lewis que dice lo siguiente: «De todas las tiranías, ninguna más opresora que la ejercida por el bien de sus víctimas. Más vale vivir bajo barones rapaces que estar sometidos a la autoridad de metomentodos morales y omnipotentes. La crueldad del gobernante rapaz puede dormir a veces y su concupiscencia estar momentáneamente saciada, pero quienes nos torturan por nuestro propio bien lo hacen sin cejar nunca en su trajín, pues cuentan para ello, en todo momento, con el permiso y la aprobación de la voz de su conciencia». Me quito el cráneo.

Y ahora, a seguir entregando 285.000 euros para la gestión del bosque de pistacho de Afganistán por el bien del mundo y ver cómo crece la hierba mientras alcanza el Nirvana a la sombra del árbol Bodi.