martes, 27 de febrero de 2007

A FUERZA DE ARRASTRARSE


«P.-¿Conocéis la fábula del inmortal autor de Los amantes de Teruel?
C.-No la recuerdo.
P.-Es muy breve. El águila real que anida en eminente roca, ve cierto día que un caracol de la honda vega había logrado llegar hasta su altura, y le pregunta, sorprendida:

¿Cómo con ese andar tan perezoso tan arriba subiste a visitarme?»
«Subí, señora-contestó el baboso-,¡a fuerza de arrastrarme!»

¿Podemos ser águilas?, pues a volar. ¿No podemos?,¡pues seamos babosos, pero arriba!»

Después de exornar este pequeño introito con unas líneas de José de Echegaray, vamos a engarzar los eslabones:

Pues bien, la última nueva que nos deja Zapatero –con ese donaire de hombre resuelto que le caracteriza– es que ha apreciado “elementos distintos” a anteriores declaraciones de Otegi. A renglón seguido, añade que "lo esencial es que la democracia tenga la seguridad de que la izquierda abertzale rechaza la violencia".
Esto, visto así, es como pedir cotufas en el Golfo. Además, por si fuera poco, el Secretario General del PSOE decía a los medios que “la oposición del PP es una desgracia para España", a lo que siguió: "no pone alternativas encima de la mesa y ha ido crispando su discurso". ¡Mirífica actuación! Sin embargo, nuestros queridos serafines dan la impresión de no querer recordar quiénes fueron los encargados de deglutir el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, así como la posterior Ley de Partidos. Si es que la memoria es tan selectiva que algunas veces se vuelve contra uno mismo.

Por su parte, la izquierda abertzale sigue igual de vatídica al anunciar una y otra vez que estarán en las próximas elecciones. Para ello, ya se vienen encargando de espetar con procacidad sus moralinas de aires venturosos por los distintos municipios del País Vasco, así como de enviar folletos en los que ilustran su programa político. Vamos, metidos en el papel hasta el tuétano. Y es que serán sangrientos, pero no tontos. Han sabido conocer al enemigo –convertido en “amigo”-, lo han estudiado y analizado con paciencia y rigor de taxidermista, hasta encontrar el momento más adecuado para mover ficha. Muy astutos, de eso no hay duda. De tal manera trabajaban los guerreros ninjas; pero no olvidemos que tanto unos como otros no dejan de ser asesinos de la cruz a la bola.

Pero el entorno de ETA sigue en sus trece a la hora de aventurarse a prometer una nueva era dorada en la política vasca. Del mismo modo alardean en sus arengas de ser una izquierda “progresista, pacifista y defensora de los Derechos Humanos”, en contraposición a ese supuesto fascismo que se encarga de obstaculizar sus manifestaciones ilegales. Esto, sinceramente, es en la práctica una forma más de tratarnos como verdaderos gilipollas y –además- amnésicos. ¿Después de tantos años de execrable acerbo creen de verdad que va a pasar por el colador semejante patraña? ¿Pacíficos? ¿Derechos Humanos? Y Hermanitas de la Caridad… Son tan pacíficos que Otegi mismo dijo respecto a la situación De Juana Chaos que "tiene que ser puesto en libertad" porque su muerte –amenaza– "nos situaría en una posición muy delicada”.

Algo falla en todo esto. Por lógica democrática, el ejercicio de la violencia es incompatible con la legalidad política. Así que, por tanto, –y duele tener que aclararlo- el mero intento de tomar parte en las próximas elecciones municipales siendo ETA-Batasuna el estandarte del terror en nuestro país, debería ser tajado sin contemplaciones de acuerdo a la Ley, pues lo contrario no sería más que una nueva tarascada garbancera al Estado de Derecho. Resulta vergonzoso ver cómo están sabiendo capear las normas de un juego que no les corresponde y cómo siguen adelante impávida y desaforadamente en busca de sus propias tierras de promisión. Claro que, ahora más que nunca, matar ha valido la pena. Y tanto...

Decía Novalis que destino y espíritu son nombres de un solo concepto. Así, el maridaje del bicípite ETA-Batasuna sólo ha de tener un destino: la ilegalidad.

Parece que apostar por el Principio de la legalidad se ha convertido en una maraña de sueños inalcanzables en este país.

martes, 20 de febrero de 2007

PONGAMOS POR CASO...


Pongamos el caso –nada ilógico– de que yo, comerciante de toda la vida al igual que mis padres, mis abuelos y todo un sinfín de generaciones anteriores, me dedico a vender frutas y hortalizas que yo mismo me encargo de sembrar, cosechar, mimar, recolectar y, finalmente, vender a mis vecinos. Como tengo un puesto pequeñito en mitad de la calle principal del pueblo, no me permito ofertas especiales ni nada por el estilo. Vamos, que casi vendo al ojo. La confianza da ese buen aire. Un día cualquiera, el alcalde, habiendo vivido, al igual que yo, todas y cada una de las disputas que su familia y la mía han tenido desde años atrás, decide que ha llegado el momento del desquite, por lo que propone a la Consejería de Comercio y Trabajo un nuevo proyecto que ponga fin a estas arcaicas costumbres comerciales. Finalmente, se aprueba una nueva Ley con la que me obligan a vender por unidades, algo insólito y absurdo. Este nuevo proyecto sólo me acarreará pérdidas, por lo que necesito darle una vuelta de tuerca a mi favor. Por ello, me saco de la manga una serie de valores añadidos en compensación al trabajo que he de realizar hasta que el producto llega al consumidor, pues no me puedo permitir perder dinero. El pueblo no lo tolera y se crea una cruzada contra mi pequeño negocio. Yo, bienquisto hasta entonces por mi nobleza y mi capacidad para el diálogo, intento con más pena que gloria hacerles ver a mis vecinos que lo último que querría sería estafarles, ya que realmente siento una vinculación meliflua con ellos, más allá de lo profesional, y que, precisamente por eso, tiene que existir una razón de peso que me obligue a ajustar las cuentas. ¡No quiero engañarles! Les explico una y otra vez el trabajo que realizo antes de que las papas y los pimientos caigan en sus manos, y también les hablo de mis cinco arrapiezos, queridos hasta entonces por todo el pueblo. Pero la obstinación que muestran no deja espacio de maniobra al razonamiento. Ahora todo son miradas desafiantes y aviesas. Las ventas descienden a un ritmo vertiginoso. No puedo hacer nada más; no puedo bajarme de la mula, pues ceder sería casi regalar. Tan sólo trato de hacer justicia al intrusismo opresivo de los legisladores. ¿Por qué disparan contra mí y no contra ese inverecundo alcalde que por viejos rencores me ha metido en este embrollo? Nadie me comprende…

lunes, 19 de febrero de 2007

EL FANTASMA HELLÉQUIN



El derribo que está ejerciendo Zapatero sobre la Constitución y, por tanto, sobre España, recuerda a la cacería fantástica emprendida –según la leyenda- cada noche por el fantasmal Helléquin, seguido siempre por su macabra comitiva de muertos, que ponían en fuga a los campesinos atravesando como un vendaval los caminos, cruzando bosques y aldeas, para llegar hasta la orilla del mar y hundirse entre las brumas hasta alcanzar, bajo las aguas, las mismísimas puertas del averno.

Del mismo modo, nuestro Helléquin autóctono actúa de igual para llevarnos así al huerto de sus intereses gracias a su feraz y ubérrimo ingenio, sin escatimar en daños políticos y falsías.

Nuestro Presidente “rojo, feminista y universal” –adjetivos reproducidos todos ellos por su aparato fonador– parece no querer poner los pies en polvorosa y sí seguir con sus laberintos de sueños infantiloides. Ya saben: tolerancia, diálogo, talante, memoria y respeto, excepto –claro está– con aquellos que no comulguen con sus ideas. ¡Pues lo de siempre!. ¿Es ese el talante de aquel que, inasequible al desaliento, busca la fraternidad mundial al arrobo de su indigesta Alianza de Civilizaciones mientras siembra la discordia en su propio hogar? ¿Es ese el respeto y el diálogo de aquel que se bebe los vientos desde el estrado ufanándose de hablar en nombre de la Verdad al tiempo que embrolla el sentido de la Historia? ¿Es esa la tolerancia por la que aboga aquel que confiesa que su mayor deseo cuando se retire es "dar algunas clases a los alumnos de Políticas, para decirles la verdad sobre este mundo" (sic) sin otorgar espacio de maniobra al diálogo? En resumidas cuentas: reflejo inalterable de ideas que van desde Lenin, hasta Hitler, pasando por Fidel Castro o Hugo Chávez.

Cabe ilustrar todo este despendole político con su empeño por jugar a la pídola con una Guerra Civil tan deformada y prosaica que sólo a sus deslumbrados adláteres convence. Así, para este Consejo de Guerra en el que se ha convertido el PSOE, desmochar la Guerra Civil es indisoluble en su programa de desgaste. Sus sucias tácticas de acoso y derribo demuestran que la España de Caín y Abel sigue respirando por sí misma, sin ayuda de bombas de oxígeno ni broncodilatadores, y que los años de posguerra hacen escala hasta nuestros días; aún rezuman odio y venganza todos y cada uno de los poros de la izquierda en su delirio guerracivilista de equiparar una derecha actual –que para más pecado, ni es derecha- al franquismo.

Zapatero apura a resolver con diligencia una deuda que –según él, sólo él- considera de obligación supina para que, por fin, España pueda descansar en paz y olvidar los desmanes que el franquismo nos dejó como legado hasta esquilmar nuestras vidas. Nada que ver, claro está, con la II República y sus valores, los cuales urgen rescatar para realizarles una terapia de choque, acomodarlos, darles cuerda y que comiencen a caminar de nuevo por nuestras tierras, cual miliciano en el 36 con fusil y gorro cuartelero. Esa es la idea de España –la de la II República- con la que tenemos que comulgar quienes preferimos la equidad, la tolerancia y la Amnistía. Pero para Zapatero, no debemos transigir ni siquiera con la dichosa Transición, pues no casa con su idea de España, una idea que –como dijo Calvo Sotelo- no puede hallar desde la propia constitucionalidad y que, por tanto, debe buscar en los años treinta. Venganza, venganza y más venganza. Pero no nos echemos las manos a la cabeza, pues perfectamente sabemos que Zapatero reconoció públicamente y a viva voz que los españoles que vivieron entre el 39 y el 75 eran “apátridas”. Apátridas a los que obligaron sublevarse contra los horrores republicanos; apátridas que tuvieron el valor de no arrodillarse ante la Unión Soviética, cansados de verse dilapidados por las mercedes y saqueos a la Banca en nombre del comunismo; apátridas que convirtieron a España en el décimo país más rico del mundo al socaire de un Francisco Franco que hizo las veces de rampa de despegue a una Transición que parasitó los restos de la Dictadura; apátridas que creyeron –sí, creyeron- en un sistema democrático.

Obviamente, los horrores fueron horrores y lo inadmisible, inadmisible es; pero para ambos bandos. Repito: am-bos. Nada tiene que ver esto con las palabras del Seretario General del Partido Comunista de España, Francisco Frutos, quien dijo que “no todos los muertos son iguales”. Mire usted que bien. Esa es la corrección y la superioridad moral de las escarlatinas.

A diferencia del haragán comunista Frutos, el historiador Hugh Thomas escribía: "Lo que se necesita ahora por encima de todo es un auténtico monumento en memoria de los caídos en la Guerra Civil. Deberían recordarnos el Yad Vashem de Jerusalén, un monumento sencillo y emotivo en honor a los que murieron en el holocausto de los años cuarenta. Los nombres deberán estar grabados en piedra, por orden alfabético. Deberían incluir a los que fueron muertos en Guernica, y a aquellos de Paracuellos. Deberían figurar asimismo los nombres de los clérigos asesinados junto a los de los masones, José Antonio junto a Companys" Esa es la manera de tratar democráticamente el problema de la Guerra Civil, y no la imposición de media España a otra media España, colocándose medallas a toro pasado. Lógico, ¿verdad?

Aunque parezca una broma de mal gusto, queda en evidencia que todavía existe un grueso de la población que pondría su vida en juego por un nuevo intento de formalización de la dictadura del proletariado. Lejos de eso, se conforman con rescatar los valores de la II República, unos valores impuestos ilegítimamente y a golpe de martillo. Tal como hoy, nada más lejos de la realidad. ¿Acaso el laicismo radical de Zapatero no es otra cosa que recoger el de la II República?(rezaba así):
"Las manifestaciones públicas de culto habrán de ser, en todo caso, autorizadas por el gobierno" A por ello vamos, en busca del desquite republicano.
Muestra inconcusa de que su laicismo no es más que un golpe de efecto a favor del republicanismo primitivo es su tolerancia respecto al islamismo. ¡Quiá! Mientras condena a la religión con más practicantes en nuestro país por representar la etapa más oscura de nuestra historia, Zapatero le abre las puertas de par en par -y con el pecho hinchado de placer- a un islamismo minoritario y de naturaleza fanática, llegando a facilitar su enseñanza en los centros educativos públicos. Para entenderlo mejor: los españoles no tenemos derecho a estudiar la religión cristiana –mayoritaria y de enorme raigambre- y sí tenemos que cubrir las enseñanzas de una minoría. Sencillamente, las cuentas no salen. O todos o ninguno, mire usted.

A veces olvida que en este barco navegamos todos; que sigue siendo Presidente de lo que aún se puede llamar Es-pa-ña; que, aun cayendo de hinojos ante su cabezonería -y sinvergonzonería-, el humanismo krausista no es la elección del pueblo; que más allá de sus creencias sectarias, esto de llama democracia…

Pero ¿qué podemos esperar? Me sumo a eso de “el que a los veinte años no es de izquierda: no tiene corazón; el que a los cuarenta sigue siéndolo: no tiene cabeza”. Se puede decir más alto, pero no más claro. En este país muchos han perdido ya la cabeza.

¡Qué grosera astracanada la que venimos soportando los españoles! ¡Qué luctuoso final nos espera!. Final, ¿cuándo? ¿El próximo mes de mayo? Posiblemente. ¿Marzo de 2008? Sin duda. Confiemos en el grado de civismo de una media España que aún cree en los valores de la democracia. Entró de rondón y saldrá de patadas.

Si la ideología no es más que un boceto, unos esbozos de la persona, ahora, más que nunca: liberal y hasta el tuétano.

lunes, 5 de febrero de 2007

SABINO ARANA & HITLER


Dijo Freud a Gustav Jung en la misiva con la que pondría fin a sus famosas correspondencias que "aquel que dice de él que es normal mientras muestra un comportamiento anómalo, despierta la sospecha de que carece de conciencia de enfermedad". ¡Bang!. A eso se le llama meter el dedo en la llaga y hasta la tercera falange.

Del mismo modo, decía, por ejemplo, Sabino Arana: "la fisonomía del vizcaíno es inteligente y noble; la del español, inexpresiva y adusta. El vizcaíno es de andar apuesto y varonil; el español, o no sabe andar, o si es apuesto, es tipo femenil. El vizcaíno es inteligente y hábil para toda clase de trabajos; el español es corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos". Y un descomunal etcétera, etcétera que por tamaño, peso, envergadura, pestes y peligros bacteriológicos no conviene ni siquiera columbrar, pues no están las cosas para tirar puentes.

Si buscamos el nudo ciego entre las cuerdas de Freud y el adocenado padre del nacionalismo-patológico vasco, vemos que –efectivamente– el asunto se trata de algo mucho más complejo y delicado, que escapa a las manos de la justicia –si es que aún queda de eso en España– y que más bien debería ser escudriñado bajo el prisma de la psiquiatría. Sabiendo así del procreador de tan enfermizas ideas, podemos saber, por extensión, de qué renquea toda la turba pro-etarra, abertzale, católico-terrorista y demás subespecies separatistas de la misma laya que, en su inmascerible delirio, aguardan a dormir su particular sueño de los justos.

En estos momentos me pasa por las mientes el celebérrimo tribunal de los tumultos, también conocido como tribunal de la sangre. ¿Por qué será? Y eso que le tengo poca ley al Santo Oficio… En fin, en boca cerrada no entran moscas. A lo que íbamos

Lo verdaderamente grave llega cuando el deliro de grandeza se institucionaliza y gana neófitos en tropel. Llegados a ese punto, conviene rascarse la cabeza, llamar a la serenidad, imitar a los individuos razonables y trazar un plan de emergencia. Pero cuando en lugar de buscar soluciones, se le da cuerda…la hecatombe está asegurada y el negocio sale redondo. A la vista está cuando Arzalluz alaba y defiende con su característica virulencia la figura del finado nazi Sabino Arana, elevándolo una y otra vez a la categoría de mártir; así como cuando el lehendakari Ibarretxe –henchido de placer– corre el velo de las plaquitas conmemorativas al nacionalismo vasco en un conato de Führer. De hecho, conviene subrayar el paralelismo tan exacerbado que podemos encontrar entre los escritos de Arana y el prolijo Mein Kampf de Hitler. El eje radial, el intríngulis, la médula neurálgica de un nacionalismo y otro es la demencia proselitista. Por ello, cuando nos encontramos con una generación de desharrapados mentales imbuidos por unos ideales tan baladíes, lo único que nos cabe esperar es un magnicidio a la democracia, la convivencia y el normal desarrollo de la vida social.

Todo lo que sea concederles espacio de maniobra a los separatistas no es más que un suicido –recordemos que el suicidio, por el mero hecho de serlo, es vo-lun-ta-rio–
Por tanto, ya pueden pedir, llorar como críos, retorcerse de dolor, implorar, hacer huelga de hambre que, señores, "al César, lo que es del César" .

No obstante, estos indómitos terroristas en agraz seguirán cantando en su propia jaula. Pero ya se sabe, las razones han contado siempre menos que las tradiciones.

Las flamígeras llamas del Hades seguirán reclamando sus cabezas.